No más embudos
Voy a dar una opinión, lo más imparcial posible, en el pleito que se ha entablado entre algunos padres de familia y ciertas asociaciones católicas, por una parte, y los miembros de la comisión constitucional, por otra.La Iglesia, que siempre ha tenido una fina sensibilidad para detectar la injusticia en cualquier latitud que haya levantado cabeza, menos en los últimos cuarenta años, esta es la verdad, ahora se rasga las vestiduras ante el carácter «aconfesional» que parece va a tener nuestra Constitución. Basa esta actitud en «el derecho que tienen los padres a elegir la enseñanza de sus hijos», según la Carta de las Naciones Unidas, cosa ésta muy discutible, por cuanto que, no se tiene en cuenta el derecho del niño, sino el del padre, que quiere imponer a sus hijos su propia ideología. Si tenemos en cuenta este supuesto derecho de los padresá elegir la enseñanza religiosa de sus hijos, ¿quién duda de que hay padres católicos, protestantes, testigos de Jehová, mormones e incluso ateos? Y si los padres católicos piden que en las escuelas se dé la religión católica, ¿se extrañaría alguien de que también los Ipadres que profesan otras sectas religiosas pidieran para sus hijos las que ellos profesan? Y si en una escuela hay niños dCdistintas religiones, como es lógico que pueda haberlos, ¿qué maestro se comprometería a dar tantas clases cuantas fuesen las sectas? Ninguno, por las siguientes razones: primera, porque atentaría contra su conciencia, y segunda, porque violentaría las conciencias de los niños y padres que tuviesen distintas creencias. Esto pone en manifiesta evidencia la necesidad en que se verla el Estado de construir millares y millares de escuelas, además de las ya existentes, en todo el territorio español, para atender la enseñanza religiosa de las sectas de España, y que sería de imposible realización. En su virtud, ¿no sería mejor y de más sencilla aplicación que cada Iglesia asistiese en sus propios recintos a sus fieles, en loque respecta a la educación religiosa?
Esa «libertad de enseñanza religiosa en las escuelas» que preconizan tiene más de efervescencia dictatorial que de razonamiento democrático, porque toda auténtica democracia jamás «ordena» estudiar en la escuela una ideología política o una confesión religiosa. Lo que sí hace una democracia es crear o instaurar una escuela laica, és decir, neutral, que no significa antirreligiosa; sin la obligatoriedad de aprender una u otra ideología política o una u otra religión.
Por otra parte, ¿qué se ha conseguido con los cuarenta años de forzoso aprendizaje en las escuelas, del nacional-catolicismo del régimen anterior? Nada. Todo lo contrario: un saldo negativo imponente y que hubiera terminado, de seguir la dictadura, en una rebeldía de alcance imprevisible. Y esto se evidencia hoy día en nuestra juventud, que ahíta de tanta presión religiosa en la escuela y fuera de ella en todos los conceptos y en todas las actitudes, ha optado por tirar por la borda de su desatención, tanta recriminación y tanto patemalismo parvulario. Y es que todavía no han percibido muchos el cambio social que está sufriendo la humanidad.
Según lo expuesto, la mayoría de los maestros creemos que lo lógico y humano es que en la escuela no se debe impartir ninguna ideología política, ni religión alguna, por respeto a todas lasconciencias. Y si de verdad los gobernantes de cualquier matiz político no quieren hacer de su patria un rebaño de esclavos, jamás detien pretender que la escuela sea una dictadura política, sino un talleir de preparación para la vida, con el aprendizaje de sus materias científicas y sociales y que la Iglesia sea el troquel donde se formen los hombres para conseguir el tránsito a una vida mejor. Lo demás es buscar un embudo y querer ap)derarse de la boca más grande...
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