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Alan Stivell, el renacer de la música celta

Alan Stivell es, sin lugar a dudas, uno de los más influyentes, y paradójicamente desconocidos, cantantes populares de los años setenta. Desconocido en España, donde sólo se editó su quinto ele é en 1975, permaneciendo los cuatro anteriores en el limbo de los productos sin interés comercial.La importancia de Alan Stivell (nacido Cochevelou) reside tanto en su obra musical como en sus esfuerzos por revivir una cultura y una independencia política: la civilización celta y la identidad de la Bretaña francesa como país.

En sus últimos discos recién editados entre nosotros (Raok Dilestra: Antes de desembarcar y Disco de Oro) Alan Stivell da un repaso a la historia de su tierra. Pasando por la civilización romana, el dominio franco, la monarquía y la república francesa, este álbum expone el drama de la pérdida de una filosofía diferenciada que no encuentra su razón de ser en el racionalismo estatal de la franco-romana. En efecto, toda la simbología celta se basa en imágenes en movimiento, como la svástica, la espiral o la rueda trilobulada. Símbolos abiertos que reflejan un mundo en el cual la razón se combina con otras potencias del espíritu como son la intuición, el sueño y las creencias mágicas y místicas. La misma estructura de su lengua, el gaélico, presenta enormes diferencias gramaticales y sintácticas con las románicas y, por supuesto, con las sajonas.

Esta visión de la vida o, por mejor decir, la lucha por recuperarla de manera no arqueológica, es lo que ha llevado a Stivell a la concreción de un trabajo musical que considero objetivamente tan valioso como el de Dylan en los años sesenta, bien que su proyección, al margen de la cultura sajona dominante, haya sido mucho menor Alan Stivell comenzó recuperando instrumentos tradicionales y ya casi perdidos, como el arpa celta (que había sido reconstruida por su padre partiendo de antiguos grabados), la bombarda o la gaita.

La utilización de dichos instru mentos se realizó, además, siguiendo las pautas marcadas tanto por los antiguos tardos celtas, medio cronistas medio hechiceros, que servían como transmisores de información entre las distintas comunidades bretonas. Sin embargo, este aspecto no es el único, sino que aparece constantemente combinado en el trabajo de Stivell con los bailes (jigs y reels) tradicionales de la tierra. Hasta aquí encontramos simplemente una labor de recuperación folklórica cuyo mayor mérito habría de consistir en permanecer totalmente ajena a la influencía del canto gregoriano, que va desde hace algunos siglos tiene su centro en la abadía de Solesines. Este solo hecho posee una significación excepcional en un país como Bretaña, asiento desde el siglo XVII del catolicismo más oscurantista de toda Francia.

Además de esta primera toma de postura, volcándose hacia sus raíces, Alan Stivell trata en sus textos tanto los problemas que tradicionalmente arrastra Bretaña como los que se presentan en la sociedad actual. Esta puesta al día, sin embargo, tampoco se limita exclusivamente a los textos, sino que introduce formas con las cuales cualquier juventud, sea o no celta, se identifica. El rock, o mejor dicho, su instrumentación electrónica y su percusión, se funden con el jazz y los ritmos y melodías atávicos, para dar como resultado una música perfectamente original. El mismo Stivell lo justifica explicando que el revivir de la cultura celta (y, por ende, de cualquier cultura oficialmente sometida). se produce en un contexto determinado que es imposible ignorar.

A partir de Stivell en Bretaña y de los Chieftains en Gran Bretaña, se ha generado un movimiento que cuenta con grupos como Gwendal y que se ha extendido a Francia, dando lugar a otros. entre los que destacan Malicorne o la Bamboche. En España, Oskorri, en Euskadi, o los cantantes gallegos Bibiano, Benedicto, Emilio Cao y algún otro, son la esperanza de un renacer totalizador de nuestra música popular.

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