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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando el terror viene de la mar

El explotar el éxito de una película a base de producir continuaciones, imitaciones y secuelas hasta la saciedad es un vicio del que el cine parece incapaz de liberarse. Tras un Exorcista nos llueven docenas de anticristos, reencarnaciones, profecías, etcétera; tras un King Kong, todo tipo de osos, monos, gorilas y otros bichos. Así, Tiburón se ha visto prolongada con Tentáculos, The Deep, Orca y los que irán surgiendo hasta que los imaginativos productores acaben con toda la fauna marina.Lo malo -lo peor- de estas segundas partes es su pobreza de ambiciones, todas parecen tener como punto de partida su impotencia para igualar o mejorar a la cabeza de serie y, como constante, la tendencia a imitar no sólo la idea central del original, sino también su construcción y desarrollo.

Orca

Dirección: Michael Anderson. Guión: Luciano Vicenzoni y Sergio Zonali. Fotografía: Ted Moore. Música: Ennio Morricone. Intérpretes: Richard Harris y Charlotte Ramplin Italo-norteamericana, 1977. Locales de estreno: Palacio de la Prensa y Velázquez.

Orca es la historia de una orca-macho que persigue a muerte al asesino de su esposa -pues las orcas son monógamas, se nos explica-, que es un cazador de tiburones.

La película tarda prácticamente una hora en captar el interés, ya que toda la primera parte se desperdicia en explicaciones seudodidácticas, en lecciones de ciencias naturales y en los preparativos de la aventura, todo ello con una gran abundancia de secuencias documentales filmadas por Folco Quilici, el prestigioso documentalista italiano cuyo filme Hombres y tiburones se estrenó hace unos meses, y que en Orca colabora como director de la segunda unidad. Es en la media hora final cuando se plantea el enfrentamiento entre la orca y Nolan, el lobo de mar, cuando la película cobra algún interés. La película se vuelve delirante, descabellada, tan fantástica e inverosímil que nos cautiva. Aquí la influencia de Melville es la más evidente. Es una pena que Anderson no optara desde el principio por la fantasía. Por lo menos habría conseguido un filme extraño o insólito. Así no ha conseguido nada.

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