Fraga y Carrillo se enfrentaron con saña en el debate sobre el orden público
El Congreso de Diputados fue ayer, a proposito de los sucesos de Málaga y Tenerife, la caja de resonancia de un problernia, el orden público, que preocupa al país y en torno al cual las posiciones de la sociedad española son plurales, como plurales fueron las actitudes mantenidas en el Pleno de la Cámara. En este sentido, la sesión fue clarificadora. Curiosamente, los grandes bloques, Unión de Centro Democrático (UCD) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que durante los últimos días han mantenido controversias sobre el tratamiento parlamentario de los sucesos aludidos, ayer, a la hora de la verdad, solamente rozaron sus esp adas, mientras que se arremetieron con saña las minorías segundas, que ocupan les extremos del espectro político parlamentario: Alianza Popular y el grupo comunista.En general, si hubiera que establecer un perdedor, fue Manuel Fraga a quien se atacó desde todos los frentes. Ganador no hubo, excepto, quizá, la adecuación de la situación parlamentaría, demasiado influida últimamente por el consenso de la Moncloa, a la realidad política existente en un país con una incipiente democracia que no termina de salir de una larga etapa de oscurantismo y autocracia.
UCD, desbordada
UCD, que pretendía evitar un debate sobre el orden público, se vio desbordada por la mecánica parlamentaria -aplicada ayer con flexibilidad y seguridad, ya era hora, por el presidente, Fernando Alvarez de Miranda-, que le introdujo en una controversia que excedía,de la aséptica constitución de una comisión de encuesta, con la que, er. principio, se había afrontado el tema. El propio ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, se vio obligado a salir a la palestra para ofrecer sus explicaciones, cosa que hizo con su habitual tono triste., frailuno, pero con esforzada habilidad.La clave de este debate, aceptando en último termino por UCD, por decisión personal de Suárez, tras muchas resistencias, arranca de las últimas reuniones de la Junta de Portavoces, en una de las cuales el PSOE planteó el propósito de explicar su voto sobre el tema de Málaga y Tenerife. Existía un acuerdo previo de que no hubiera debate, puesto que había consenso. Pero Alíanza Popular se negó a una mera explicación de voto, no precedida de un debate. O todo o nada. O debate a fondo, o silencio absoluto.
En la alternativa planteada, UCD se inclinaba por el silencio y
el PSOE por el debate. Ganó esta última opción. Los hechos demostraron que un debate sobre el orden público como trámite previo a la constitución de la comision de encuesta, ni un acontecimiento necesario, ni un inconveniente para nadie, pero especialmente peligroso para us promotortor, Alianza Popular, y sobre todo particular para el portavoz del grupo, el exministro de la Gobernación Manuel Fraga
Desde un punto de vista políticogeneral, ajeno a los intereses concretos y parciales de los partidos, el debate sirvió para fijar una vez más las posiciones y para mostrar al país quién es quién en el Parlamento, que en ningún caso puede actuar, como parece pretender UCD con reminiscencias quizá del Movirniento Nacional, cómo un solo hombre.
Desde esta perspectiva, el. Pleno de ayer., que progresivamente se fue calentando, tras las intervenciones de los segundas filas de los partídos, que dieron paso a los numeros uno, ofreció la utilidad de una nueva reafirmacíón democrática y de un repudio general hacia el autoritarismo pasado, todavía vigente, según la izquierda, en los engranajes de orden público del nuevo régimen.
Menos agresividad del PSOE
La experiencia del tratamiento parlamentafio del caso Blanco sirvió al PSOE para quitar agresividad a sus intervenciones políticas contra Martín Villa, mientras queel intento de AP de capitalizar el debate contra el Gobierno produjo un efecto boomerang contra AP y el señor Fraga. Algunos de sus propios correlígionarios, y entre ellos Gregorio López Bravo, aplaudieron la intervención del actual ministro del Interior, cuya mayor carga de profundidad tenía como destinatario al ex ministro de la Gobernación. Más que Málaga y Tenerife resultaron al final censuradas Vitoria y Montejurra, por una de esas ironías del destino que el empuje valeroso del señor Fraga le impidió prever.No sólo en el tema del orden público salió escaldada AP, sino también en cuestiones como las nacionalidades y las banderas, traídas al debate por Manuel Fraga y rebotadas contra él por parte de las minorías catalana -en una inteligente intervención de Miguel Roca- y vasca, e incluso del Partido Comunísta, cuyo líder, Santiago Carrillo, rompió de nuevo las hostilidades contra el líder de AP -el gesto del Club Siglo XXI quedaba lejos-, a quien aseguro, aunque después rectificara sus palabras, que si se produjera una nueva confrontación violenta, los ganadores no serían los de 1939, y los perdedores, seguro, «los que el señor Fraga representa».
Por lo que se refiere a los dos teóricos contrincantes, UCD y PSOE, las actitudes encontradas de ambos se resolvieron finalmente de modo conciliador. En parte por la capacidad del señor Fraga para atraer hacia sí la agresividad parlamentaria, en parte porque los mayores de las minorías parecieron comprender que ambas fuerzas políticas son las que más tienen que perder ante una potencial desestabilización de la democracia.
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