_
_
_
_
_
CINE/ "UN PUENTE LEJANO"

Una victoria pírrica

Lo malo de la guerra, cinematográficamente hablando, es su fotogenia. En la pantalla viene a trasformarse en una mezcla brillante de violencia y técnica, más o menos justificada, o suavizada por todo género de acontecimientos históricos, alegatos o justificaciones. A medida que los medios crecen, a medida que las pantallas se amplían y el sonido llena la sala desde diversos ángulos, el espectáculo del hombre luchando contra el hombre se multiplica, a su vez, incluso en filmes pretendidamente antibelicistas como éste. Este pretende serlo en su balance total, en su desenlace, en el juicio de algunos de sus personajes. Apunta a la inutilidad del sacrificio de una operación mal planeada, lo cual viene a decir que, de otro modo, la guerra sería útil, válida y, por supuesto, estaría justificada, pues su moral vendría a depender del hecho de perderla o ganarla.Hoy día, las contiendas a cierto nivel se ganan antes que con la estrategia, la habilidad o el valor, por acumulación de medios. Tal política parecen haber seguido los productores del filme: acumulación de medios técnicos, millones y actores. El resultado ha sido algo así como una victoria pírrica, victoria al fin, pero a costa de sacrificar a los mejores. Del extenso y brillante reparto citado más arriba, sólo Dirk Bogarde y Sean Connery cumplen cometidos a la altura de sus empeños habituales; el resto prestan su nombre y rostro como oficiales disciplinados, degradados en aras de la victoria final, a nivel de soldados rasos.

Un puente lejano

Guión de William Goldman, según la obra de Cornelius Ryan. Fotografia: Geofrey Unsworth. Dirección: Richard Attenborough. Intérpretes: Dirk Bogarde, James Caan, Michael Caine, Sean Connery, Hardy Kruger, Laurence Oliver, Ryan O'Neil, Liv Ulman. Gran Bretaña. Bélico. 1977. Local de estreno: Amaya.

La historia, realizada por un viejo actor, no se muestra con ellos demasiado misericorde, aunque reparta méritos a un lado y otro del Atlántico, entre un coronel inglés y un soldado americano. De este afán por quedar bien con todos, servidumbre de tal tipo de espectáculos, se resiente, a la postre: por un lado, nos muestra el heroísmo de unos pocos, con una sinceridad y un rigor apasionante a ratos, luego, nos recuerda que su sacrificio resultará inútil, a la postre, no se sabe si en este caso particular, o en cualquier tipo de tales confrontaciones. Todo ello, unido a un afán de no dejar ningún cabo suelto de la historia, viene a hacer vacilar la narración, frenándola, arrastrándola por demasiados caminos a la vez, secundarios y opuestos, difíciles de seguir para los no iniciados en este tipo de temas bélicos.

Los grandes generales solían vencer a sus adversarios con valor e inteligencia. Richard Attenborough no es ningún Alejandro, evidentemente. Ha invertido los papeles, sin conseguir alcanzar ese último puente a que el título alude. Ha contado con un equipo monumental, mas le ha faltado el valor o la sabiduría suficiente para ser claro y apuntar a una idea concreta, razón primera y fundamental para alcanzar el éxito en las batallas de la vida y el arte.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_