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Reportaje:

Arquitectura para después de una guerra

La exposición «Arquitectura para después de una guerra (1939-1949)», instalada durante este mes de diciembre en el Museo de Arte Contemporáneo, ofrece la ocasión de examinar un conjunto de obras y documentos arquitectónicos suficientemente significativo en cuanto a lo que fue el planteamiento disciplinar dominante durante la. década: recoger y exaltar figuraciones y mecanismos historicistas como alternativa tajante a la abstracción de la arquitectura del movimiento moderno europeo que se había introducido en España como uno de los componentes culturales del período 1925-1936.Podría observarse la colección de obras desde presupuestos críticos ya gastados -si es que alguna vez dieron fruto- la comprobación, de cómo a un nuevo régimen de carácter reaccionario corresponde una arquitectura regresiva que se plantea como persuasión, como fachada capaz de convertir en arte, y así convencer, contenidos ideológicos impresentables, banales o engañosos. Pero esta esquemática lectura ya fue obsesivamente reiterada en vida del dictador y políticamente permitida desde que, en los años cincuenta, tanto régimen franquista como arquitectura se orientan hacia la búsqueda de imágenes -políticas y arquitectónicas- más razonables tal interpretación nunca fue ni interesante ni útil, pues instauró un modo de entender la historia y la crítica basado en el examen aparencial de las propuestas arquitectónicas, convirtiendo la disciplina en mero discurso figurativo y ofreciendo en bandeja la coartada para que, bajo la apariencia progresiva de la recuperada arquitectura moderna, se desarrollara a partir de los 50 la ciudad que hoy nos toca vivir y que el franquismo dejó como su clara herencia arquitectónica y urbanística.

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De este modo, los años 40 no son, desde el punto de vista arquitectónico (y tal vez desde ningún otro),una imagen muy real del franquismo, por más que el énfasis de tantos testimonios, sobre todo visuales, nos invite a creerlo así. Los años 40 - posguerra y trauma nacional prácticamente puros- significan en arquitectura la transformación de un mundo cultural y disciplinar existente antes del 36, dentro del cual están comprendidos casi íntegramente aquellos instrumentos y métodos modernos que del movimiento arquitectónico europeo se recogieron en España. Este podría ser uno de los aspectos que la exposición revela con bastante claridad: la pervivencia, utilización e incluso enriquecimiento de los métodos modernos de proyectar bajo las diferentes opciones de figuración historicista, rompiendo así el primer esquema tópico de la «crítica moderna» que pretendió, después de un simple vistazo inatento a bien pocas arquitecturas de la época, establecer como incontestable la ruptura total de supuestos y métodos disciplinares entre la arquitectura anterior a la guerra civil y la posterior a ella.

Pues en los años 30 la introducción de las modernas figuraciones y teorías despierta en España una gran polémica y serán pocos, sobre todo en Madrid, los seguidores fieles de lo nuevo. Posteriormente a la guerra civil, la posición política privilegiada de algunos arquitectos, como Pedro Muguruza, propiciará la promoción de las posiciones arquitectónicas que ya, anteriormente, habían entendido la fidelidad a lo moderno como origen de una disolución disciplinar que sólo en la historia -o más concretamente, en la academia- encontraba su freno. La documentación presentada puede leerse, pues, como el intento de consolidación de un arte académico que tenía sus precedentes en obras como las de Secundino Zuazo o la Ciudad Universitaria, y que recogía los instrumentos y métodos modernos como contribución a su servicio. Así, esta década, confiando en la imposición política que excluyó en lo que pudo intentos diferentes, fue una experimentación académica -valga la contradicción, ya que fue real- capaz de decantar el sistema que resolviera cualquier problema arquitectónico sin eliminar los contenidos fundamentales que, para los protagonistas, toda arquitectura debiera encerrar. Bidagor, Regiones Devastadas, Acha, Moya, Gutiérrez Soto, Cabrero... expresan en sus trabajos este intento, exhibiendo concepciones arquitectónicas diversas que, si se observan más allá de su apariencia inmediata, pueden revelar no sólo grandes capacidades en el caso de que existan, sino descubrimientos disciplinares e invenciones figurativas.

El intento se frustró sin llegar al fracaso, ya que, decantada la situación política hacia el capital monopolista, la experimentación académica había conservado la cultura disciplinar moderna que podía ser recogida, como así se hizo, para ser instrumento al servicio del crecimiento masivo de la ciudad. Porque lo académico era en realidad demasiado rígido, inútil y costoso, quedando fuera de los esquemas básicos de la especulación, concepto que vino a sustituir al de reconstrucción.

El material expuesto se presta a otras reflexiones de mayor envergadura y con esta intención -la de propiciar aquellas que sirvan para comprender mejor nuestra historia y el papel a jugar por la arquitectura y la teoría urbana en el presente- ha sido reunido.

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