Revolución y lingüístíca
La revolución es la orgía de la historia. Su vivísimo deslumbramiento puede hasta cegarnos. Por esta razón, el profesor Martín Santos intenta hacernos inteligible el proceso revolucionario. Ante todo, la revolución es un salto cualitativo, el origen de un mundo nuevo, es decir, una aventura en lo desconocido. Revolución se opone a reforma, que es proceso gradual, evolución lógica y lineal. Sin embargo, se habla de conciliar ambos términos: reformismo revolucionario o revolución reformista. Martín Santos se reafirma en la dicotomía tradicional. Ya no se puede asaltar el Palacio de Invierno, sentencia que parece señalar el fin de la era revolucionaria: «La argumentación en pro del agotamiento del período revolucionario se apoya en una supuesta disminución de la lucha de clases y en la democratización de los partidos proletarios (el eurocomunismo podría ser un ejemplo).» La imposibilidad de repetición de un determinado tipo de revolución no es óbice para que las revoluciones continúen, como estamos viendo. Con acierto dice Martín Santos que las contradicciones constituyen la esencia de la realidad y el conflicto anida en el corazón del hombre mismo, quien «vive en la dialéctica, en sustancia dialéctica». La revolución es, pues, permanente. «Predicar la muerte de la revolución -dice el autor- es indicio de no ser capaz sino de una mirada superficial sobre la realidad.» Ahora bien, es necesario categorizar ese fenómeno que llamamos revolución.El concepto de mediación, para Martín Santos, es clave decisiva para la inteligencia de la historia, porque es la esencia de la dialéctica misma, síntesis de lo continuo y discontinuo, de lo real e ideal. Sin praxis cognoscitiva de la realidad no se puede intentar el acto revolucionario. La historia, piensa el autor, es el resultado de la generalización de las mediaciones, vale decir, de la permanencia de las discontinuas rupturas y de las renovaciones continuas. El nexo que une esta cadena rota de hechos históricos es la mediación revolucionaria.Pensar la revolución significa descubrir las distintas etapas de su proceso interior. Tiene sus fases ascendentes y descendentes, es un espectáculo, una retórica o el vértigo de una animalidad primitiva. En suma, la revolución es tan desconcertante para el meditador que necesitamos entenderla en su totalidad sucesiva. Martín Santos acude a los modelos lingüísticos estructurales para comprender y justificar la revolución.En esta obra también se estudian las situaciones concretas revolucionarias, examinando sus bifurcaciones posteriores y sus paradojas. No resulta muy convincente su teoría del pacifismo revolucionario o de la violencia refleja de la revolución. Por el contrario, él análisis sobre la dictadura del proletariado, como etapa de transición histórica, es profundo e iluminativo en estos momentos de equívocos y oscuridades sinuosas. Igualmente nos parecen originales sus conceptos sobre el antiguo proletario, hombre desnudo, esencial, que no tiene nada, y del nuevo proletario, que son todos los hombres actuales sin distinción de clases. «El nuevo proletario estaría formado por la descomposición de oirás clases».Después de rechazar con argumentos sólidos la teoría de nuevas clases sociales como la de los intelectuales y la burocrática, ateniéndose sabiamente al biclasismo esencial, termina esta obra con un espléndido análisis sobre la rebelión juvenil, en el que encontramos una frase que coincide con nuestros propios planteamientos: «Cada uno de estos jóvenes era un actor de sí mismo, el portador de su propia afirmación.»
Teoría marxista de la revolución
Luis Martín Santos.Akal Editor. Madrid 1977.
Babelia
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