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Tribuna
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Coaliciones electorales y alianzas para gobernar

De un modo periódico salta a las columnas de la prensa, desde hace unos cuantos meses, el tema de las crisis que de cuando en cuando sacuden a la Unión de Centro Democrático. Se trata, de hecho, de una crisis de carácter permanente, nacida de la concepción que presidió la creación de¡ Centro como coalición electoral, y agravada por el empeño de convertir en un partido unitario lo que no es más que un conglomerado de ideologías mal definidas y en gran parte contrapuestas, ligadas por el ejercicio del poder y sus consecuencias.La creación del Centro para la contienda electoral fue una hábil maniobra de quien entonces detentaba la autoridad por delegación del jefe del Estado, y mediante la cual aglutinó a una docena larga de corpúsculos políticos, sin la menor probabilidad de triunfar aislados en las elecciones, y que se vieron potenciados por el vago deseo de moderación y miedo que inspiraba a una parte considerable de la opinión española y por el factor decisivo de los resortes del poder franquista, manejados sin escrúpulo por quien tan habituado estaba a utilizarlos antes de su «conversión» a la democracia.El conjunto de esos factores,reforzados por la desunión, las defecciones y la desorientación de las fuerzas políticas que lógicamente estaban llamadas a ocupar la «posición centro» en la política española, dio al señor Suárez el instrumento que representaba teóricamente la mayor fuerza parlamentaria, pero no una mayoría suficiente para sostenerle por sí sola en el poder. Esta impotencia política del señor Suárez para gobernar apoyado en su coalición electoral, y el miedo de la Oposición, especialmente del socialismo, a cargar en esta coyuntura con la herencia de una derrota del Centro, han conducido, tras una serie de auténticos coqueteos políticos, al llamado pacto de la Moncloa, cuyos fallos evidentes ya se han comenzado a poner de manif-lesto de un modo cada vez más preocupante.Tal situación, que se refleja en la i miposibilidad gubernamental de hacer frente con una mínima eficacia a los graves problemas que sobre España se ciernen, hallevado a Su,árez a insistir en lo que estimo el grave error de unificar en un solo partido dirigido por él a su conglomerado parlamentano, cada vez más nervioso y más inquieto.

En m'i opinión, expresada desde el terreno neutral de un simple observador, el señor Suárez incide en el error, tantas veces probado por la historia, de quienes creen que para gobernar con firmeza es indispensable un partido homogéneo y fuerte, y que las alianzas gubernamentales son inoperantes o poco menos.

Si la tesis fuese exacta, nos encontraríamos con que, en el mundo democrático, sería dificil encontrar un Gobierno fuerte monocolor, si se exceptúan la especial contextura sociopolítica de Estados Unidos de Norteamérica, la ficción del inconmovible paTtido revolucionario de México y poco más. En todos los demás países democráticos existen coaliciones que consiguen gobernar, como alianzas de partidos bien definidos. Desde Inglaterra a Francia, desde Bélgica a Alemania, desde Holanda a Portugal, el fenómeno puede presentar características diferentes; pero en el fondo la estructura es la misma.

. La coalición para fines electorales, por la propia limitación de sus objetivos, admite una gran heterogeneidad en su composición. Es un pacto transitorio de oportunismos, con concesiones recíprocas que poco o nada comprometen para el futuro.

En cambio, el pacto, para gobemar, por grandes que sejan las diferencias que separen a los pactantel, permiten acuerdos circunstanciales para resolver con eficacia problemas urgentes de la gobernación, sin que cada aliado renuncie por ello a s-u ideología propia y a la realización de su programa cuando la realidad lo permita.

Por eso los grupos políticos que, partiendo de ideologías discrepantes y a veces inconciliables,unen sus esfuerzos para cumplir una finalidad exigida por el bien de la comunidad, tienen que ser agrupaciones sólidas, disciplinadas, unidas por ideales y no por intereses y dispuestas a recobrar su libertad de acción cuando el esfuerzo común no sea preciso.Un convenio de Gobierno entre partidos fuertes desarrollado con lealtad es infinitamente más eficaz para servir al país que una construcción artificiosa a base de apetencias de cargos, formaciones precarias de profesionales de las disidencias y tertulias de aspirantes a ver sus nombres en. las columnas de la prensa.

Deje el señor Suárez que se agrupen en tomo a ideas los que hoy aparecen a los ojos del público unidos simplemente por el cemento del interés. No se oponga a que vayan formándose núcleos ideológicos, susceptibles de servir de base a coaliciones gubernamentales tan variadas como las circunstancias lo aconsejen.

,Comprendo que es mucha audacia pedir -este esfuerzo a un político que se formó y prosperó en el partido único totalitario hasta que soplaron vientos favorables a una democracia diestramente manipulada desde el Poder. Pero nunca es tarde para marchar por el buen camino.

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