Argelia critica el viaje, pero espera concesiones, israelíes
La estupefacción producida por el viaje a Israel del presidente egipcio, Anuar el Sadat, ha desplazado momentáneamente otras preocupaciones de las autoridades argelinas. Un gesto muy signifícativo ha sido la autorización concedida a los residentes palestinos para que pudieran manifestar públicamente su repudio a Sadat. En opinión del ministro de Relaciones Exteriores, Abdelaziz Buteflika, este gesto acarreará consecuencias muy peligrosas para la nación árabe. También se pone de relieve que Hassan II fue el único en apoyar la iniciativa del dirigente egipcio.A la misma hora en que el avión que conducía al presidente Sadat aterrizaba en el aeropuerto Ben Gurion, las calles de Argel se hallaban prácticamente bloqueadas por una multitud de personas enarbolando banderas palestinas y gritando «abajo la política de Sadat» y «Begin, Sadat: asesinos». La prensa argelina habla, incluso, de una verdadera «capitulación» de Egipto, y acusa a Sadat de pisotear las decisiones de las «cumbres» de Argel y Rabat, donde se determinó que cualquier modificación sustancial de la actitud hacía Israel habría de ser objeto de consulta entre todos los miembros de la Liga Arabe
Pero en el mundo árabe la política no se hace en la calle, sino en lal cancillerías, y por impresionante que pueda parecer el eco del rechazo popular al viaje de Sadat, es notorio que el mismo ha motivado una serie de ínterrogantes en las esferas de decisión, en espera de las «concesiones» que pudiera hacer Israel a Egipto, con el propósito de preservar la imagen de su ilustre visitante.
El hecho de que Sadat y Begin se den cita en Jerusalén significa para los argelinos el reconocimiento de la ocupación de los territorios árabes por Israel, en flagrante violación de las decisiones tomadas por la Liga. Sadat ha sido calificado de «ilusionista» y su viaje como la prueba de que el presidente egipcio se halla convencido de que puede producirse una «solución mágica» capaz de aportar la paz.Un sentimiento de duelo y despecho domina entre los argelinos a tal punto que, rompiendo con la prudencia tradicional mantenida aquí en todo lo que se refiere a la actitud de los demás mandatarios árabes, no se regatean las críticas a Sadat. La recriminación menor consiste en negarle cualquier dosis de valentia personal por haber mantenido el viaje. El ministro Buteflika ha señalado públicamente que lo peor que podría sucederles a los árabes es que Egipto reconociera implícitamente a Israel y admitiera la teoría de un arreglo por separado de los problemas de esa región.
Política confusa
Buteflika añadió en sus declaraciones que la política emprendid a por Sadat era «confusa» en términos generales, y se solidarizó con proclamas de diferentes comunidades palestinas en el sentido de que la negociación que lleva a cabo el primer mandatario egipcio lo hace a título personal, y de ninguna rnanera puede identificarse con la causa árabe.
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