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Nueva versión del motín de la cárcel Modelo

Fuentes jurídicas señalaron a EL PAIS que en el curso de esta semana van a ser presentadas en el juzgado de Barcelona varias denuncias sobre la situación de los presos de la cárcel Modelo, tras el motín registrado en este centro el pasado día 29 de octubre.Las denuncias se basan en el testimonio directo de un preso común, de veinte años de edad, que el pasado sábado abandonó el penal de Ocaña en libertad provisional, a donde había sido trasladado tras el motín.

Este joven, que prefirió ocultar su nombre, reunió ayer a los medios informativos para explicar, con detalle el desarrollo del motín. «La rebelión -dijo- se inició poco después de las 8.30 de la noche, cuando un funcionario intentó reducir a un preso víctima de un ataque de histeria, al parecer a causa de una paliza. Varios compañeros intentaron separarlos, gritando al funcionario que lo dejara en paz. Los funcionarios que había por allí abandonaron la galería uno precipitadamente y los presos de las galerías uno, cinco y seis empezamos a subir a los tejados y a quemar los colchones a la entrada de las galerías, pues sabíamos que vendría la Policía Armada.»

Según el testigo, la situación «creció en espiral, dirigiéndose varios presos a las celdas de los implicados en el caso Papus para lincharles. Algunos miembros de la Copel intentaron pararles, pero no lo consiguieron. Llegaron a entreabrir las puertas de las cinco celdas que ocupaban los fascistas, pero no pudieron entrar al hacer éstos presión desde dentro, colocando camas y colchones contra la puerta».

Durante el motín hubo muchos casos de asfixia a causa de los botes de humo lanzados por la policía, situación que los presos intentaban salvar con toallas mojadas en la boca y agujeros en el techo.

El testigo manifestó que hubo presos que permanecieron casi veinticuatro horas sin comer ni beber, desnudos o semidesnudos, y que tuvieron efecto malos tratos en los días inmediatamente después del motín, así como durante el traslado a Ocaña. El joven manifestó además que eran introducidos en el furgón del traslado «esposados, con esparadrapos en la boca para evitar que gritáramos a la salida de la cárcel y tirándonos de los pelos hacia abajo para que no pudiéramos ver a nuestros compañeros»..

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