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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El boxeo, un negocio sucio

SOLO LOS sucios intereses que se mueven alrededor del boxeo pueden conducir a que algunos púgiles se conviertan en auténticas piltrafas humanas. Sólo motivos de supervivencia pueden llevar a un hombre a afirmar que no existe el dolor por una mandíbula rota. Tony Ortiz, reciente triunfador sobre el ring, esta internado en una clínica; está ya en el umbral del.estadio de los juguetes rotos. Los empresarios le llevaron a la lona para servir de catapulta a otro., se resistió a ello y pagó cara su victoria.Tony Ortiz ha sido un ejemplo más de la podredumbre que subyace en el boxeo profesional, espectáculo que la sociedad moderna va arrinconando, pero que todavía se sostiene, porque aún hay gentes que encuentran en este mal llamado deporte la ocasión de descargar su agresividad. No hay nada más tristemente elocuente que el espectáculo de una masa que pide sangre a los gladiadores. La agresividad de los boxeadores obedece a móviles mucho más simples que los de los espectadores. El púgil cree en el «noble arte de las doce cuerdas»; el espectador busca fundamentalmente los golpes definitivos -los del KO rotundo-, que son precisamente los que dejan secuelas imborrables en la mente de los que erróneamente buscan fama y dinero. En España, salvo casos muy contados no se consigue ni lo uno ni lo otro y, como mucho, una gloria efímera.

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El precio de un inútil combate

Era todavía campeón de Europa Tony Ortiz cuando los promotores le llevaron a un combateprecipitado con Perico Fernández para que perdiera su título. Por el señuelo de unas pocas pesetas, con escasa preparación física y tras haber perd Ido. a fuerza de no comer y de sauna, unos cuantos kilos se vio noqueado por Perico, un joven que teóricamente era un principiante que poco podía hacer contra él.

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Tony Ortiz ha cubierto en el boxeo el papel de saco de los golpes. A costa de encajar lo inimaginable escaló unos pocos peldaños. A costa de dejarse macerar, ganó unas escasas pesetas. Para los promotores es ya un hombre en decadencia que sólo puede servir, por su historial, para sparring de otros. Lo malo es que no se resigna a ser un comparsa y será, capaz de dejarse matar antes de que en los periódicos se diga que está acabado.

Tony Ortiz, su caso no es único, está destinado a sufrir lesiones cerebrales irreversibles. Los estamentos deportivos del país son, en definitiva, los que protegen la existencia de estas dramáticas situaciones. Si graves son las irregularidades habituales en el plano estrictamente deportivo, contratación de «paquetes», actuaciones de púgiles que suplantan a otros y veredictos servidores de intereses inconfesables, mucho más lo son aquellas en las que se ponen en peligro la vida de un ser hui-nano. Y con todas-ellas habrá que acabar algún día.

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