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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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La sirena varada

Ya está, Arespacochaga, el San Jorge municipal y espeso ya ha encontrado su dragón: Eduardo Chillida. Hay que dejarle a Arespacochaga que mate un dragón, aunque sea un dragón de cemento, puramente simbólico, porque es el últlmo alcalde franquista y no se puede ir con ese trauma el hombre.Dice que no, que no hay que colocar La sirena varada de Chillida en el Paseo de la Casteflana. La sirena varada es un título de Alejandro Casona, que supongo conoce Chillida, una comedia dentro de aquel surrealismo atenuado, poético y un poco cursi que hacía Casona antes del exilio y antes de volver del exilio para besar en el palco la mano de doña Carmen Polo de Franco.

Pero el título es bueno, es bonito, claro, y le queda muy bien a esa mole inspirada que ha creado Chillida, y que es como un piano de cemento lírico. La otra noche estuve con Antonio López García, que es el Velázquez de nuestro tiempo, pero en pastorcillo manchego, y que todavía pasea por Nueva York, con su hiperrealismo prodigioso, el zurrón de pastor:

-Velázquez se equivocó -me decía- A Velázquez le gustaba Tiziano. No sabía que el bueno era Leonardo.

Pues he aquí que también Arespacochaga se equivoca. Arespacochaga cree que el bueno es Santiago de Santiago. Dentro de cuatro siglos Arespacochaga sabrá porque Arespacochaga es eterno- que el bueno es Chillida.

Ya conocen ustedes mi teoría municipal de que todo alcalde franquista tenía que matar un dragón urbanístico, hasta irse cargando entre todos la ciudad de Madrid, que al fin y al cabo es obra del ilustrado Carlos III y el anticlerical Galdós. El Viaducto -otro hermoso dinosaurio de cemento- parece que ha podido con Arespacochaga. Los hotelitos, como una población de hongos benéficos en el bosque de los rascacielos madrileños, tampoco se dejan aplastar por el zapato segarra del alcalde. La bella Soledad Lorenzo me presentó la otra noche a una señorita rubia y abogado- ahora las rubias son cosas inesperadas: antes sólo eran rubias- que está llevando muy laboriosamente la defensa de los hotelitos. De modo que a Arespacochaga le queda la escultura de Chillida, que no quiere colgar en el Museo de Arte Abstracto (más bien Museo de Arte Abandonado) que hay al aire libre en la Castellana.

No entro ni salgo en las razones técnicas de la negativa, que puede haberlas, sino en,la actitud como despectiva e incluso agresiva del señor alcalde contra esa obra de arte que seguramente no le gusta, porque si le gustase no podría haber inaugurado bajo su mandato o égida la Plaza de Colón o del Descubrimiento, con su búnker acuático-imperial.

Ya a don Carlos Arias tampoco le gustaba nada el artefacto, y así lo dejó más o menos dicho (ver el progresivo entenebrecimiento franquista de Arias en el Diario de Areilza). Pero don Carlos tuvo ocasión de matar su dragoncito, aparte otros reptiles ideológicos que había vencido antes y venció después. En cambio Arespacochaga, último alcalde -esperemos- de una larga dinastía de alcaldes absolutistas, feudales, señores de horca y chanchullo, todavía no ha matado nada que lo valga, y yo creo que es justo apoyarle en su negativa a colgar la escuItura del genial artista, e incluso sugerirle una voladura controlada de La sirena varada, que podría efectuarse en la citada y reciente Plaza del Descubrimiento, ante el pueblo de Madrid, el 20 de noviembre un suponer.

Arespacochaga no le dará al resorte mortífero con tanta desenvoltura madrileña como lo hacía García-Lomas, que tenía más práctica, pero sta como sea hay que exterminar esa mole que a lo mejor es un caballo de Troya euzkadi y está por dentro lleno de etarras y abertzales. Ya mismo.

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