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Crítica:CRITICA DE EXPOSICIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Veinticinco años de pintura británica

Este mes se clausura en la Royal Academy, de Londres, una panorámica de los últimos veinticinco años de la pintura británica. Organizada dentro de los actos con los que se ha celebrado este año el jubileo de la reina Isabel, ha supuesto un potente soplo de aire fresco en una de las galerías de pintura mejor acondicionadas de Europa. En las últimas dos décadas, la Royal Academy se ha convertido, también, en uno de los centros artísticos más conservadores de occidente. Esta vez ha recuperado su tradición de exponente del estado de la pintura de Gran Bretaña y en esta muestra jubilar hay una coexistencia pacífica entre estilos y nuevos y viejos, entre la ruptura total y el compromiso con la estética convencional, que se sigue cultivando con pasión en el Reino UnidoComo en la propia pintura británica, lo más sobresaliente de esta exposición es la obra de Francis Bacon. «El único pintor de este país que ha podido ejercer una influencia internacional paralela a la que ha podido tener Ferdinand Leger», como ha escrito un crítico inglés, pintó un cuadro expresamente para colgarlo en esta muestra. La gran cantidad de discípulos de Bacon que exponen a su lado en la Royal Academy es una señal de que la influencia de la que se habla comienza en su propio territorio.

Otros pintores que destacan entre una legión de casi doscientos desconocidos son David Hockney y Richard Hamilton De Hockney no se incluye sólo su obsesión por el agua y por los espejos en los que su imagen, o la imagen de sus amigos o parientes aparecen de manera incansable En esta exposición la Royal Academy rescata también uno de los cuadros en los que el nuevo genio de la pintura inglesa y uno de los personajes humanos más interesantes del Reino Unido certifica su sentido del humor: «Voy a ser reina por un día» es el título de una de las obras que Hockney cuelga en esta antología jubilar. Richard Hamilton expone su famoso retrato de Hugh Gaitskeil, en el que ve al que fue líder del partido laborista británico «como un monstruo famoso de la tierra del cine». Su maestría en el uso del pop-art tiene en esta exposición la misma consecuencia que la obra de Bacon: las galerías de la Royal Academy están superpobladas de descendientes de Hamilton que mantienen viva en Inglaterra la concepción artística del hombre que convirtió a Gaitskeil en «M», el monstruo de Düsseldorff.

Ron Kitaj es otro de los maestros que han sido antologizados por la Academia. Pero no todos los que cuelgan de esos muros situados en la zona elegante de Picadilly, más allá del Soho y de los turistas de la plaza de Eros, en el centro de Londres, son los que como Bacon y Hockney han introducido en la pintura inglesa un componente de agonía y humor distinto a la placidez contemplativa de Turner o Constable. Discípulos de Lowry, un pintor minucioso que pintó colectividades de personas en las calles inglesas de los años treinta, y que es la delicia de los sindicalistas de Gran Bretaña, cuelgan también obras que contrastan con el caos general y que indican que, en efecto, la antología comprende a aquellos artistas que en 1952 eran los protagonistas del arte pictórico inglés.

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