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Justo Benítez, en línea de torero auténtico

En línea de torero auténtico estuvo Justo Benítez, el domingo, en la plaza de Carabanchel. Sus verónicas al sexto fueron correctas; bregó con acierto; banderilleó con habilidad. Y con la muleta realizó cosas importantes. Sus dobladas al tercero, para llevarlo desde tablas hasta el centro de] ruedo, tuvieron a la par belleza y la eficacia de¡ castigo; y empaque los ayudados a media altura con que inició el trasteo en el sexto. En ambas faenas toreó por derechazos con mando y temple, siempre cargada la suerte. Su defecto,.muy ostensible, fue que en muchas ocasiones pretendía prolongar demasiado los pases, hacia el circular, de manera que en los remates se veía- comprometido por el derrote de unas reses con casta que se revolvían al no.admitir tanto recorrido, y debía rectificar apresuradamente. En los naturales bajó su labor, precisamente por falta de mando, y acabó con manoletinas innecesarias, pues los toros no las.admitían y además el público ya había otorgado vere~ dicto favorable a los dos trasteos. Pero hubo, con todo, estimablestrincherazos y cambios de mano, y principalmente dos estocadas en las que se volcó sobre el morrillo. No cabe duda de que Justo Benítez tiene un sitio en todo cartel que haya de estar marcado po r la torería.La buena técnica de Benítez encontró réplica en dos pinceladas de arte a cargo de Bernadó. Una en cada toro, consistieron en sendosayudados por bajo a dos manos; trazo exquisito de¡ muletazo, que retenía la embestida y luego la conducía con suavidad hasta el remate perfecto detrás de la cadera. Pero nada mejor ni nada igual consiguió Bernadó en el resto de su tarea, que fue gris, larga, aburrida; tocada por su proverbialsaber estar de torero compuesto y con oficio, mas también por esa modalidad conservadora de los cites a pies juntos (sea de frente, sea de perfil) para limitarse a dejar el pase en sólo apunte, y con el aditivo del pico. Al porfiar para uno de pecho en el cuarto, que era muy tardo, resultó cogido, y de la voltereta safió maltrecho. Sin embargo, volvió a la cara del toro, valentón, más decidido que antes del accidente.Esta es u ' na de esas reacciones, tantípicas en contrastes, que tienen los

Plaza de Carabanchel

Cinco toros de Vázquez Silva, muy bien presentados, flojos, casi todos cojos. Manejables, con casta. Cabecearon o se fuerpn sueltos del caballo, salvo el quinto, de gran estampa, que tomó con- bravura un largo y antirreglamentario puyazo. Cuarto devuelto por inválida, le sustituyó un sobrero de Domingo Ortega, con cuajo, flojo y trazas de afeitado.Joaquín Bernadó: Estocada trasera y seis descabellos (silencio). Estocada caída y dos descabellos (vuelta con algunas protestas). Pedro Benjumea: Estocada trasera y baja, y rueda de peones (aplausos y salida al tercio). Tres pinchazos huyendo, media muy baja, rueda de peones y tres descabellos (silencio). Justo Benítez: Estocada trasera y tendida (vuelta alruedo). Estocada (dos orejas).

diestros de corte artista.

Como súbitamente llegado de otra corrida y de otra época (la del tremendismo, de la que ya no quedan ni' restos, y menos nostalgias) actuó Pedro Benjumea, incrustado entre los dos toreros mencionados. En las verónicas. largaba telonazos horribles, que pretendía revalorizar mediante el caduco recurso de mirara¡ tendido. Su primera faerrd, en la que abundaron los trallazos, también fue pródiga-en esos fingidos desprecios al toro y al peligro. Pero estos valientes de arrojo auto-,proclamado se acaban en cuanto el valor hay que demostrarlo de verdad. Por ejemplo, en el quinto,, un torazo -bien que inválido-. al:: que Benjumea le anduvo por la cara y luego intentaba matarle en la suerte de la escapatoria: pinchar y correr, pinchar y correr, y así.

Los toros (te pepeluí (¡en pie! cuando se menciona el nombre del maestro) estuvieron bien presentados, eran serios y con cuajo, y, el sexto derribó, pero los cinco primeros sufrian perniciosa cojera. Nadie se explica cómo no lo vi eron los veterinarios en el reconocimiento.

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