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Temor occidental ante un proyecto antiterrorista de Alemania Federal

Parte de las medidas antiterroristas que impulsa el ministro del Interior de la República Federal de Alemania (RFA), Maihofer, suscitan temor en los aliados occidentales que, al menos teóricamente, encarnan aún la responsabilidad máxima sobre Berlín oeste: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.

Una gestión de Maihofer en torno a si los aliados verían con buenos ojos la presencia en Berlín de una policía dotada de poderes a nivel federal para reprimir el terrorismo, ha obtenido una res puesta negativa. Francia, especialmente, ve en ello una violación de los acuerdos cuatripartitos sobre Berlín. Una cosa es que Berlín oeste sea administrado por organismos occidentales y representado en el exterior por las embajadas de Bonn, y otra, que en los tres sectores occidentales de la ciudad opere una policía unitaria, llámese policía criminal (BKA) o como se quiera, con atribuciones a nivel federal. Gran Bretaña, país que confía, mano tendida, en una ayuda económica de Bonn, y Estados Unidos, que tiene en la RFA su mejor aliado en Europa, han suavizado su negativa.Desconfianza ante la legislación terrorista

La misma desconfianza se observa también en el Gabinete de Bonn y en los partidos Socialdemócrata y Liberal respecto del plan de «erradicación del terrorismo» propuesto por Maihofer.

El abogado liberal de 1972, defensor de la libertad de ejercicio profesional también en favor de los comunistas, ha pasado a ser el ministro más implacable en cuanto a -mantener el orden interior por encima de los derechos individuales.

Maihofer ha reclamado incluso que las policías de los once estados federados dependan, a efectos de represión del terrorismo, de un comando especial de la policía criminal, supeditada a su Ministerio.

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Los jefes de los Gobiernos regionales han dado largas al asunto, cada uno de ellos por razones particulares: los democristianos, porque el orden interior en cada land quedaría supeditado a lo que decidiese el ministro Maihofer y el Gobierno central; los socialdemócratas, porque no están muy seguros de que la conmoción tras la muerte de Schleyer no vaya demasiado lejos, hasta el punto de eliminar libertades regionales.

Sorpresas

Desde los primeros hallazgos en la prisión de Stammheim, raro es el día en que la policía alemana o las autoridades judiciales de este país no proporcionan a la opinión pública una sorpresa. Ahora se dice que el secuestrador «mayor» del avión de Lufthansa no era árabe, sino holandés y rubio, asistido por un personaje aún desconocido y dos muchachas iraníes; que Irmgard Moeller, que fue encontrada en su celda de Stammheim gravemente herida por arma blanca -un cuchillo de cocina, según versión oficial- no pretendió suicidarse. (¿A qué se debe que la prensa no haya podido fotografiar aún las dos pistolas y el cuchillo?); y que estas armas no pudieron entregarse por guardianes sobornados, sino «quizá» por los propios abogados defensores antes de la prohibición de los contactos con los presos, en vigor desde el 7 de septiembre.

Los presuntos terroristas, en el exterior

Mientras tanto, el jefe máximo de la policía germana federal cree que la mayor parte de los dieciséis guerrilleros que pudieron haber participado en el secuestro y asesinato de Schleyer ya no se encuentran en Alemania.

Por su lado, el presidente del Departamento Central de lo Criminal, bajo cuya dirección se coordina la operación a escala nacional para la busca y captura de los asesinos, entiende, sin embargo, que todos los terroristas huidos al extranjero no tardarán en regresar a Alemania.

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