El Lute
El motorista, que ya digo que va siendo para mí una especie de musa motorizada -los escritores de antes tenían musa, los de hoy tenemos motoristas-, me ha traído, esta mañana, un papel sobre el Lute, o sea, pidiendo que le saquen, para que yo firme, y he firmado.Tres imperativos morales parece que tiene hoy el país, por encima o por debajo el apremio económico: sacar al Lute, traer el Guernica y leer la novela de Semprún premiada con el Planeta.
-Yo no envié mi libro a luchar contra el comunismo- ha dicho Angel Palomino levantando la voz
Hombre, Angel, tío, tampoco hay que ponerse así, en esa tesitura, o sea que te pones en lo último. Cuando uno envía una novela a un concurso ya sabe que puede pasar todo, incluso que le premien a uno. Sacar al Lute es una operación cultural y traer el Guernica es una cuestión de orden público. Algún escritor definió a Picasso como un palurdo genial, pero Picasso no era un palurdo, sino un quinqui, el quinqui metafísico de la pintura universal que, tránsfuga de las épocas, los estilos y las culturas, fue robando de los griegos, de los negos, de los románticos y de los románicos. Su genialidad es un expolio absolutamente inspirado. El Lute es un quinqui cubista que siempre se descomponía en planos, cuando le buscaba la Guardia Civil por Alcalá de Guadaira, y no había manera de encontrarle.
-¿Y el señor Semprún?- apremia el abrecoches.
Semprún, de momento, se ha llevado una pastizara con su libro y un idolillo que da ahora Lara, en plan Oscar. Hace muchos años, yo me definí a mí mismo, con petulancia juvenil que ahora me avergüenza, como un quinqui vestido por Pierre Cardin. Creo que en la frase estaba latente, más que la admiracíón por Pierre Cardin, la admiración por el Lute. Entonces, yo admiraba o creía admirar más a Pierre Cardin que al Lute. Hoy me parece que es a la viceversa.
La democracia, en fin, nuestra democracia, se está improvisando apresuradamente un pasado que no tenía, porque, en este país, a la democracia nunca le han dejado tiempo de tener pasado. Hay que darse prisa antes de que venga el caballo de Pavía a masacrar el caballo masacrado de Guerníca. Hay que darse prisa en traer a Azaña, a Machado, a Picasso, al Lute y algún árbol que otro, como ha pedido Julián Marías en el Senado. Hay que adecentar un poco España.
El Lute es un preso común, claro, aunque sea más bien excepcional, pero yo diría que no hay presos comunes o todos somos presos comunes. Los presos son siempre políticos, porque el Lute, de cuya inteligencia ya no cabe dudar, es un malogrado por la sociedad, por la política en último término, un talento desviado hacia el robo de gallinas.
Xirinacs ha querido pedirle al oído a Martín Villa amnistía para los presos comunes, y yo también se la pido, porque el chorizo, como el premio Nobel, es una consecuencia social de la política en que vive, y el Nobel de Aleixandre se lo debemos, en última instancia, a aquella España liberal, europeizante, orteguiana, culta, de antes de la guerra, aquella España que se interrumpe cuando Picasso pinta un cuadro y la naturaleza., en este caso, los alemanes, imitando al arte, deciden bombardear un pueblecito vasco. Entonces Picasso tiene que llamar Guernica a su cuadro y ahora los alemanes van a ofrecer reparaciones morales al pueblo guernicano.
Del mismo modo que en Ateixandre se premia a toda la España intelectual de la resistencia y el exilio interior, liberando al Lute premiaríamos a todos los presos comunes que están en la cárcel por robar una gallina, cuando nadie ha puesto en claro, desde el Derecho Romano hasta el napoleónico, de quién son las gallinas. Y luego, vuelta a empezar, en una sociedad más justa, con el reciclage moral de los delincuentes, más que con el castigo, como nos ha recordado Victoria Kent recién venida, para que Palomino no tenga que enviar sus novelas a luchar contra el comunismo, que también es una cruz que tiene mi querido Angel. O sea que, ya digo, he firmado por la libertad del Lute.
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