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El Gobierno vuelve a dar prioridad a la economía

El Consejo de Ministros del pasado viernes resultó decisivo para modificar el acento de las preocupaciones del Gobierno y centrar su esfuerzo en la concreción de un programa económico coherente. Del Consejo salió la decisión de que el vicepresidente señor Fuentes, y el ministro de Hacienda suspendieran su viaje a la Asamblea del Fondo Monetario Internacional, con objeto de concentrar toda su atención a la instrumentalización del programa económico. En este sentido, se decidió también la convocatoria de un Pleno de las Cortes al que presentar ese programa en la segunda semana de octubre.

El Gobierno pretende obtener de esta sesión parlamentaria, el suficiente consenso como para poder decidir con cierta rapidez.La composición del Gobierno, así como sus primeras declaraciones -intervención del señor Fuentes en televisión, antes que fuera formulada la declaración programática, y los documentos aprobados en las dos primeras reuniones del Consejo- situaron los temas económicos en el eje de la política. Sin embargo, con el paso de las semanas, se acentuó el desencanto de todos los protagonistas de la vida económica y se produjo la sensación de que el equipo económico navegaba sin rumbo, dentro de un Gobierno que no era capaz de presentar un programa político y que representaba a un partido -UCD- que tampoco lo tenía.

La reforma fiscal y algunos proyectos del sector energético, asustan a los grandes interese económicos. El proyecto de frenar los salarios y los errores en la formulación de la política laboral y sindical -si es que existe tal política- ganó la oposición cerrada de las centrales sindicales.

En este punto, el desaliento empresarial, la sucesión de sus pensiones de pagos o similares en empresas públicas y privadas grandes y pequeñas, y la crispación de un Parlamento que no acaba de encontrar su sitio, no sitúan ante un horizonte oscuro lleno de interrogantes.

En el seno del equipo económico se han ido produciendo distintas etapas de desmoralización y tensión. El vicepresidente, en determinados momentos no se sentía con autoridad política, los hombres del presidente bloqueaban algunas decisiones de los económicos, el ministro de Trabajo daba la nota discordante y levantaba heridas donde había que dar bálsamo; Hacienda preocupaba con un proyecto de reforma fiscal, que para unos, iba en serio, y para otros, era ambiguo. En resumen, no se gobernaba ni se daba la impresión de hacerlo.

Finalmente, la presión de algunos ministros (industria y Hacienda fundamentalmente) para abordar en serio la situación económica, parecen haber convencido al presidente para volver ajugar esta carta de gobierno.

El programa en que se trabaja en estos momentos pretende ofrecer un saneamiento de la economía en un plazo de tres años.

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