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Entrevista:

"Larra es un español lúcido y atormentado que está muy cerca de mi sensibilidad"

Entrevista con Antonio Buero Vallejo, autor del drama histórico "La detonación"

EL PAÍS: ¿Qué dedicación exige la elaboración dramática de es la obra?Buero Vallejo: He trabajado en ella durante dos años y medio, de una forma fluctuante, con etapas que la dejaba, que no la veía clara. Junto a las primeras notas de orden dramático que tomo me planteo un plan dramático y me documento, Para una obra histórica es un capítulo denso y farragoso. En este caso, más que en ningún otro, la bibliografía larriana, su etapa histórica y social, es un momento muy complejo de nuestra historia. Además exige una documentación literaria complementaria, ya que no basta conocer la vida literaria de Larra, sino tener presente la vida literaria de la mayor parte de los escritores de su tiempo, que vivieron las mismas vicisitudes, como Espronceda, Bretón, Ventura de la Vega. Cada vez que termino una obra de tipo histórico digo que es la última.

EL PAIS: ¿Ha sido útil para su trabajo la bibliografía actual sobre Larra?

B. V.: He buscado mucho sus artículos por las hemerotecas. Las aportaciones de José María Varela o el libro de Carmen de Burgos, Fígaro, que pone mucho interés en los aspectos sentimentales y románticos. La manera de completar una visión correcta de Larra es añadir a su biografía íntima todo lo que es y representa en orden a su estar en la sociedad española de forma conflictiva. Los tratadistas más recientes (Seco Serrano, Mauro Armiño, Varela) han visto la dimensión social y ciudadana que tiene la figura de Larra y su vida. Merecía la pena dar una especie de visión de todo ello desde el escenario.

EL PAIS: En obras anteriores ha mostrado su inquietud por la pintura en personajes históricos conflictivos, como Velázquez o Goya. ¿Está el escritor Larra más cercano a su dedicación como dramaturgo?

B. V.: Larra es un tipo de español lúcido y atormentado que está muy cerca de mi sensibilidad. Me ha interesado mucho desde el punto de vista profesional. En mi obra apenas se toca el aspecto concreto de su dedicación al teatro, como adaptador o creador de comedias o como crítico. Ante la necesidad de condensar los aspectos principales de esta figura, he sacrificado la del teatro, que no constituye un embrión dramátito importante de Larra en relación con su época. Su gran aportación son los artículos de costumbres y críticos.

EL PAIS: ¿Predomina la tragedia personal de Larra?.

B. V.: En la obra se aborda muy a fondo. En mi opinión, la tragedia personal de Larra no es exclusivamente sus contrariedades amorosas. Sus últimos artículos destilan una verdadera amargura, que sin duda consideró como irremediable por la cantidad de problemas del país ante el que chocaba. Se puede decir que a Larra lo suicidó España.

EL PAIS: ¿Fue Larra el único hombre lúcido de su tiempo?B. V.: Larra vive la situación crítica de los últimos tiempos de Fernando VII, los primeros Gobiernos liberales, las luchas entre moderados y exaltados, la guerra carlista, la desamortización de Mendizábal y mil incidentes más que configuran una España enormemente turbulenta en aquellos años y por causas concretas. Larra fue el hombre lúcido de su tiempo, que a pesar de vivirlo a fondo formuló planteamientos en cuanto a los orígenes de todos estos males. Mi dramatización de su vida procura plantear los problemas que se enfrentó con la misma objetividad que él lo hizo. Esto probablemente se traduce en que es una obra que habla más claro que otras mías, pero es porque Larra hablaba más claro. Larra no estuvo del todo solo. Otro escritor, Espronceda, estuvo a su altura. Los dos entendían los problemas de nuestro país y su amistad no llegó nunca a romperse. También el economista Flores Estrada tuvo una visión esclarecedora e hizo una crítica demoledora de los métodos de la desamortización.

EL PAIS: ¿La crítica teatral de Larra reflejó los males sociales? ¿Por qué no se convirtió en un gran autor de teatro?

B. V.: La crítica de Larra frente al teatro es la más interesante de su tiempo. La actitud de reflejar la sociedad se da en ella con gran claridad, lo que se puede entender como una forma moderna de hacer crítica teatral. Pero donde deja su visión más fecunda de los problemas hispánicos es en sus artículos satíricos y de costumbres. Larra probó el teatro en Macías, o como casi todos los escritores del Parnasillo en adaptaciones de comedias, en No más mostrador, pero creo que no llevaba dentro ese fuego para ser sólo autor de teatro. En el género de escritor satírico para periódicos dio lo mejor que tenía.

EL PAIS: ¿Por qué los dramaturgos no escriben teatro histórico? ¿Es un género desprestigiado?B. V.: Además de mis dramas históricos, otros escritores a su manera hacen teatro histórico o basado en la historia. Yo creo que esto es natural y se seguirá haciendo. Puede que haya un prurito a acercarse a la historia más reciente. No creo que esté en descrédito el drama histórico; sí lo está el que se hacía hace cincuenta años, que trataba de exaltar las grandezas de la madre patria y sus figuras prominentes. Sigue teniendo plena vigencia y los dramaturgos que lo hacemos de vez en cuando pretendemos no sólo enfocar la historia, sino además realizar tentativas de experimentación formal.

EL PAIS: ¿No es más eficaz presentar este género como teatro-documento, tipo Peter Weiss?

B. V.: La apropiación de corrientes estéticas, formales, depende del talante del creador. Weiss es un gran escritor de teatro que, por ejemplo, en La indagación hace un teatro-reportaje, y en Marat-Sade una reelaboración, alucina da, expresionista, de un hechó histórico. El propio autor ha dicho que prefiere el teatro-reportaje por ser más honesto. Un mismo tema histórico puede ser tratado desde el reportaje o desde la reelaboración dramática. A mí me interesa el drama, fiel a una objetividad esencial, donde como creador dramático pueda reelaborar o inventarme cosas.

EL PAIS: ¿Cómo afecta a la creación literaria la actual situación de cambio político?

B. V.: Cuando se produce un cambio político, y saliendo de una dictadura, se piensa que todo va a ser nuevo y renovador. Pero yo no lo veo tan claro. Se producen modificaciones serias, incluso en el campo creador, pero yo lo veo como modificación dentro de la continuidad. Con dictadura o sin ella, la creación artística, teatral en este caso, es a menudo constitutivamente indirecta. El efecto que la obra causa en el que la recibe se produce por un medio estético en el cual puede haber discursividad, pero lo último no es ni racional ni discursivo. La obsesión ingenua de pensar indirecto porque no dejan hablar claro y cuando dejan hay que hacerlo directo no se compagina bien con el arte. El método del habla indirecta se revela como algo más revulsivo que el directo, por lo general. A partir de ahora, y como ayer, el arte. Para decir todo sobre Larra, la vía más completa, desde el punto de vista racional, es escribir un libro, y en cambio hacemos una obra de teatro. Quizá de algún modo estamos diciendo mucho más, aunque no sea de forma discursiva ni directa.

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