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La izquierda francesa vive su crisis más grave desde 1972

«Esperanza, calma, solidez», recomendó ayer el primer secretario del Partido Socialista (PS), Francois Mitterrand, en un llamamiento a toda la izquierda francesa, tras el fracaso de la reunión en la cumbre del miércoles último, provocado por el presidente del Movimiento de los Radicales de Izquierdas (MRG), Robert Fabre. Estos dos líderes, como el de los comunistas, Georges Marchais, a lo largo del día de ayer, en repetidas ocasiones rechazaron toda idea de ruptura de la Unión de la Izquierda, pero los dos primeros no aceptaron la continuación de las conversaciones, ayer por la mañana, en la sede del PCF. En opinión de los partidos interesados, como de todos los observadores, la alianza de izquierdas vive su crisis más grave desde que en 1972 firmó el programa común.La derecha francesa no ha cesado de frotarse las manos desde que, anteanoche, el señor Fabre pasó de «chico, de los recados» de los socialistas y comunistas a ser el hombre «histórico», que «ha puesto en peligro de muerte a la Unión de la Izquierda, y esto me permite respirar», según el dirigente centrista, Andre Diligent. La izquierda no se resigna a la fatalidad. El señor Fabre afirmó: «Ninguna ruptura es definitiva, seguimos en la Unión y, ocurra lo que ocurra, no abandonaremos la izquierda.» El señor Mitterrand se manifestó dispuesto a reanudar los trabajos de actualización del programa común en todo momento, pero «con los comunistas y con los radicales». El señor Marchais, igualmente, declaró que su partido «está disponible para continuar las discusiones».

Según ha podido saberse en las fuentes mejor informadas, el proceso de ruptura de la cumbre fue el siguiente: cuando ya se habían realizado treinta acuerdos (de los sesenta litigios pendientes) fue abordado el capítulo más espinoso, el de las nacionalizaciones. El PCF hizo alguna concesión relativa al modo de elección de los obreros que participarían en los consejos de administración y llegó la cláusula del programa común de la que los radicales han hecho su bestia negra: «Toda empresa podrá ser nacionalizada si los obreros lo desean, pero tendrá que ser propuesta al Gobierno y aprobada por la Asamblea.» Esta cláusula no fue introducida en el programa de 1972 por los comunistas, sino por los socialistas, quienes ya la habían incluido en su programa propio, cambiar la vida. Anteanoche los comunistas se manifestaron «irreductibles» sobre este punto. Hubo una interrupción de la sesión y el señor Fabre anunció que se retiraba, declarando poco después que «el Partido Comunista y en algunos puntos los socialistas se habían manifestado intransigentes».

No hubo montaje previo

Los representantes del PCF y del PS se manifestaron igualmente sorprendidos y se ha asegurado que todos comentaron agriamente la decisión del MRG. El comité central de los comunistas, reunido el último día 9, había decidido «llegar a un acuerdo total». Los socialistas, por su lado, contaban con la continuación de las conversaciones, ayer, en la sede del PCF. Estos detalles indicarían que, contrariamente a lo que inmediatamente se supuso, no hubo un montaje previo (el señor Fabre lo ha desmentido también) entre socialistas y radicales de izquierdas. Destinado a doblegar el maximalismo y la exigencia que han venido desplegando los comunistas durante los dos últimos meses en sus querellas con el PS, el señor Fabre declaró ayer: «Si no se nos escucha hoy, ¿qué va a ocurrir mañana cuando estemos en el Gobierno...?»Mientras en la derecha se interpretaba el «golpe» del señor Fabre como el principio del fin de la Unión de la Izquierda, en la oposición, todos los esfuerzos estaban destinados a la desdramatización. Comunistas y socialistas, desde hace una docena de años, han fundado su estrategia en su alianza, y nada tangible explicaría un deseo repentino de divorcio. Pero sería también demasiado simple cargar al MRG con la responsabilidad de una ruptura, provisional por el momento. Es cierto que, desde anteanoche, el señor Fabre ocupa el podium de la actualidad y que su partido, entre las clases medias francesas, habrá ganado algunos cientos de miles de votos. Pero la misma pregunta que muchos se planteaban en esta capital la víspera de la cumbre (¿cuáles son las intenciones del PCF?) sigue siendo válida después del fracaso de la reunión. Incluso los socialistas han rechazado, como un retazo de política-ficción, la tesis según la cual el PCF se manifiesta intransigente como consecuencia de una injerencia de Moscú, que no desearía un poder socialista y demócrata en Occidente, por lo que pudiese tener de ejemplo malo para las democracias populares del Este. Pero, a la vista de los hechos, ayer, en París, se preguntaba si realmente el PCF ha digerido la independencia de Moscú que preconiza el eurocomunismo y, en tal sentido, se aludía a su actitud «estrictamente correcta» cuando los soviéticos, en Tiempos Nuevos, se lanzaron contra el líder español Santiago Carrillo.

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