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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El crucifijo

La izquierda se encampana porque han pegado al diputado Jaime Blanco y la derecha porque Hernández Gil ha quitado el crucifijo de su despacho. Iba yo a comprar el pan y me encontré a Luis Apostúa, que me lo recordó una vez más:-Aquí los nacionales ametrallaron a Lorca y los otros ametrallaron el Corazón de Jesús, en el cerro de los Angeles.

Me dice mi amigo el ultra, que se ha pasado el verano posando de armadura para los turistas:

-Lo del crucifijo es más grave. Tenga usted en cuenta que el crucifijo es un símbolo.

-Bueno, pero el señor Hernández Gil no ha pegado al crucifijo. Y, por otra parte, cuando uno no es un símbolo, que es lo que le pasa a Jaime Blanco, la estopa duele más. Aunque Jaime Blanco está a punto de convertirse en símbolo.

-¿En el símbolo vivo de la anti-España apaleada?

-No. En el símbolo vivo de que Camuñas no sabe lo que pasa ni de qué va.

El señor Hernández Gil ha tenido la deferencia de quitar el crucifijo de su despacho de presidente conjunto de ambas Cámaras, cosa que no parece ningún desmán, teniendo en cuenta el pluralismo de dichas Cámaras. Yo lo único que le reprocharía al señor Hernández Gil es que quizá se ha precipitado, porque la saludable pluralidad ideológica de nuestra democracia se ya a hacer de crucifijo y agua mineral en el bar de las Cortes, que para eso está, para que los enemigos irreconciliables se reconcilien y pidan otra ronda, que ellos sí que pueden, aunque España no pueda.

Me llaman algunas gentes para felicitarme por mi crónica Yo, respetuosa, que aquí los artículos que más éxito tienen siempre -lo vengo comprobando en muchos años de oficio- son los que tratan de algún señor en particular. Los españoles nos movemos por caras más que por ideas, y por símbolos más que por caras, de modo que ahora nos preocupan dos cuestiones graves: la retirada de Jaime Blanco a una comisaría por maricón y la retirada del crucifijo a una despensa por inconveniente. En esto que salta don Ramón Hermosilla:

-Espero que no quitarán también los crucifijos de la Zarzuela.

Hombre, don Ramón, qué manera de liarla, lo suyo es que no es normal, o sea que se pone usted demasié. Un crucifijo en casa es Dios para el creyente, pero un crucifijo en un despacho político es un símbolo, queramos o no, y lo que ha hecho el señor Hernández Gil, de acuerdo con su reconocido dandismo liberal, es aligerarnos prudentemente de símbolos. Imagine usted que Carrillo llega y le pone encima de la mesa un tractor ruso, que Fraga llega y le pone encima de la mesa un teléfono cortado.

-No compare, oiga.

Usted perdone, que no son comparaciones. Entre pegar a Jaime Blanco y retirar el crucifijo, a mí me parece que lo uno es pasarse y lo otro también, porque el señor Hernández Gil ha pecado de optimista al suponer que a alguien podía molestarle el crucifijo en su despacho. Aquí tenemos una izquierda que está dispuesta a hacer las flores a María con tal de ganar las municipales.

Me llaman del Martín para que les escriba unos skechts de café-teatro. Y ya no tengo tiempo de escribir tantas cosas, pero si hiciera uno de esos skechts, sacaría a Hernández Gil guardando a Jaime Blanco en el armario, para que no le peguen más, y entregando el crucifijo en la conusaría de guardia, por si quieren interrogarle.

Me llama también Susana Mayo, que no sé muy bien quién es, para hablar de teatro, y le voy a proponer, si es actriz, que se vista de Tercera República Española y llame al timbre de Julián Cortés-Cavanillas, que hace mucho que no le gasto una broma a mi querido Julián. En Argentina cuentan ahora un chiste que dice: «¿Quién es el animal que vuela más alto?» «El español que vuela por Iberia.» Nos llaman animales porque nos hemos democratizado y hemos quitado un crucifijo, habiendo tantos. A versi con la soba a Jaime Blanco nos rehabilitamos un poco ante Videla, ché.

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