El Vaticano expreso a Suárez su preocupacion por la reforma del Concordato
Con urgencia, el presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, puso punto final a su gira europea con una breve escala en Malta que fue reducida a su mínima expresión ante la crisis política que se abrió en Madrid por las declaraciones del presidente del Congreso, Fernando Alvarez de Miranda, sobre la necesidad de un reajuste gubernamental. Suárez, antes de abandonar Roma, fue recibido en audiencia «privada» por el papa Pablo VI, durante cincuenta minutos. En esta audiencia quedó evidente la preocupación vatícana, por la reforma del Concordato de 1953.
En La Valetta, Suárez apenas tuvo tiempo de mantener una amplia discusión con su homólogo Dom Mintoff sobre los temas mediterráneos, ya esbozados en Madrid hace unos días y ampliados ayer en la capital insular. Una vez más, ambos políticos Suárez y Mintoff, volvieron a conversar sobre la situación geopolitica del Mare Nostrum y sobre la crisis de Oriente Próximo.De todas maneras, fue la visita privada al papa Pablo VI, en su residencía veraniega de Castelgandolfo, el acto más importante de la jornada política del presidente, en el día de ayer, amén de los contactos directos que mantuvo con Madrid sobre las cuestiones políticas que se identifican con Alvarez de Miranda y Martín Villa. Su Santidad el Papa recibió a Suárez con los honores de visitante distinguido, pero con carácter privado. La guardia suiza del Vaticano esperaba forma da en el patio de la res¡dencia de verano que el Papa ocupajunto al lago Albano. Al principio, el Papa recibió a Suárez y a su comitiva y, luego, conversó en privado con el presidente y en presencia del ministro español de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, y del secretario de Estado vaticano, Agostino Casaroli.
La presencia de Casaroli en la entrevista Pablo VI-Suárez, que duró cincuenta minutos, marca la importancia que el Vaticano da y quiere dar a la revisión del Concordato de 1953. Momentos antes, el Papa, en su discurso protocolario, habla hecho votos por el bienestar del pueblo español y recordó la visita de los Reyes.
Las palabras públicas del Papa no fueron lejanas a las de su conversación privada, en la cual quedó manifiesta la preocupación vaticana por la renovación del Concordato y, en especial, por dos temas claves: la separación del matrimonio civil y eclesiástico y la enseñanza de la educación religiosa. EL PAIS pudo saber que, en la que será separación del matrimonio civil del eclesiástico en España, dentro del Código civil, a la Iglesia le preocupa seriamente la posibilidad de que la imagen del divorcio pueda extenderse del campo civil al eclesiástico. Ello implica problemas al reconocerse el matrimonio religioso de otras religiones, y al admitirse la separación del matrimonio civil y eclesiástico a partir de fecha próxima, porque el efecto retroactivo sería exigido por muchos españoles, que se sentirían discriminados.
En cuanto a la cuestión educativa, el Vaticano teme la eventualidad de que la enseñanza de la religión católica, en la educación primaria y secundaria (EGB y BUP), sufra una regresión importante. Al parecer, Madrid no desea la supresión de esta enseñanza, ni mucho menos pero sí querría que los padres de familia pudieran decidir si sus hijos deben o no asistir a las clases de religión católica, y ello preocupa seriamente a Roma, porque ven en dicha opción la oportunidad de una seria disgregación de la enseñanza católica en la cambiante sociedad española.
Casaroli y el nuevo régimen
Interesante fue la amable charla que el secretario de Estado vaticano, Agóstino Casaroli, mantuvo con algunos periodistas españoles en el patio de.la residencia papal de Castelgandolfo. Casaroli no quiso entrar en los temas de fondo de la revisión concordatoria hispano-vaticana -enseñanza y matrimonio-, pero dejó clara una idea importante: que la confesionalidad católica del Estado español fue sólo cosa del régimen franquista, y no iniciativa vaticana. También, y con esta misma idea, que las responsabilidades o mermas que en lo civil sufrió la sociedad hispana de los últimos años, condicionada legalmente por la impronta oficial católica, también fue el resultado de la iniciativa y deseo del régimen anterior.Por ello, ahora, Casaroli no ve mal el reajuste del Concordato y lo declara necesario. No da la impresión de que te preocupe el hecho de que España deje de ser un Estado confesional, aunque tampoco le gustaría, demasiado el título de laico. Y, por último, se muestra generoso de cara a ofrecer facilidades a otras religiones, a las que supone con una implantación en España de sólo un 5%, aproximadamente.
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