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Reportaje:

Más de doscientos espectáculos en el Festival Internacional de Edimburgo

Juan Cruz

Tres directores de cine españoles, Victor Erice, Celestino Coronado y Basilio Martín Patino, presentan este año películas suyas al Festival Internacional de Edimburgo. Ayer se estrenaron Hamlet y Canciones para después de una guerra, de los dos últimos. «El espíritu de la colmena» se presentará el próximo martes, en un ciclo en el que se estudia la conducta de los niños.

Erice, Coronado y Patino no son los únicos españoles que han acudido a la 31 edición del Festival de Edimburgo, el acontecimiento cultural más brillante de Europa. Plácido Domingo y Teresa Berganza han tenido ya un éxito apoteósico con su interpretación de Carmen, la ópera de Bizet. Un escritor español, Pablo de la Higuera, autor dramático y articulista de Le Monde ha visto estrenada en Edimburgo y en inglés su obra Los tres músicos, una parábola basada en el famoso cuadro de Picasso. Dos guitarristas, Paco Peña y Federico Triay, han completado el panorama hispano con sus ejercicios de flamencoPara que en el cielo de la participación española no faltara nada en el programa de cine del festival también figura una amplia referencia a la guerra civil. Bajo el epígrafe Lucha antifascista en España, se incluyen documentales sobre la defensa de Madrid y sobre las Brigadas Internacionales.

Las películas se exhiben muy cerca de donde los voluntarios escoceses, en el lado republicano de la guerra civil española, decidieron colocar un banco que lleva su inscripción y que forma parte de los centenares de bancos que hay en Edimburgo para que la gente descanse.

En realidad, el Festival de Edimburgo es dos festivales. La película de Erice, por ejemplo, se ha situado dentro del llamado festival paralelo. La de Coronado, que podría inscribirse en el marco de lo que aún se denominaría cine alternativo, ha figurado en el programa oficial. Obras dramáticas clásicas figuran entre los espectáculos paralelos.

El intercambio que de todos modos se produce entre ambos festivales, obedece a que ambos están igualmente institucionalizados. Difiere el carácter de su organización. Los dos nacieron hace una treintena de años. Mientras que el festival paralelo está abierto a todos los que quieran participar en él (para intervenir sólo basta tener una idea, un local y las 5.000 pesetas que vale la.cuota). El oficial está sujeto a un programa estricto, cuidado, donde figuran, por ejemplo, la ya citada Carmen, de Bizet, el Hamlet, de Shakespeare, o la Medea, de Eurípides, según la interpretación del Teatro del Norte de Grecia, con Melina Mercouri en el papel de Medea.

En el ciclo de cine, cuyo programa incluye exhibiciones oficiales y paralelas, hay un predominio del filme político, aunque eso no haya impedido estrenos como el de Annie Hill, de Woody Allen, o la propia obra de Celestino Coronado, uno de los ejercicios experimentales más atrevidos de esta edición del festival.

La presencia de la política

En el apartado teatral también hay una gran preocupación política. Está incluso en las comedias en las que el rock es omnipresente. La mayor parte de los grupos son de extracción universitaria, aunque en algunos casos, como en el de la compañía que ha representado a la Universidad de Cambridge, hay una tendencia al estudio de formas de expresión dramática y lingüística, en otros se hace la historia instantánea de recientes conflictos obreros o sociales ocurridos en Gran Bretaña. El hecho de que varios grupos teatrales hayan escogido también a autores como Brecht o Sartre es otra señal de la intención política que está recuperando el teatro de Gran Bretaña, aunque sea a este nivel, aún no profesional.La selección de filmes, por otra parte, evidencia una preocupación constante por los movimientos de liberación que hay en pueblos como Namibia, Sahara Occidental y Chile. Aunque tenga carácter retrospectivo, las películas de la guerra civil española sirven para subrayar el mismo significado. La revolución china y la lucha de Lenin contra los zares son otros elementos que convierten el festival de cine en un acontecimiento que si bien no olvida la producción actual, se empeña en estrechar lazos con el pasado. No es sólo un índice de la intención de los organizadores, sino un reflejo del clima cultural y sociológico que se respira ahora en Gran Bretaña.

Por otra parte, en Edimburgo se respira durante los días del festival se respira antes también, pero ahora es más obvio un gran orgullo porque la ciudad ha sido capaz de mantener este festival y ha dejado en ridículo al centralismo londinense. El sentido de la responsabilidad comunitaria que sienten los escoceses hacia su festival ha hecho que la participación del pueblo en el acontecimiento sea completa. Resultó especialmente simbólica el domingo pasado, cuando los hermosos; jardines que dividen la ciudad vieja de los nuevos edificios de Princess Street se llenaron de gaiteros que tuvieron a Edimburgo despierto durante todo el día con su melodía melancólica.

La fiesta, en la calle

El festival, a pesar de que es una concesión cosmopolita que los escoceses cuidan mucho, mantiene componentes que, como las gaitas, localizan muy bien dónde tiene lugar la celebración artística. Exposiciones de pintores escoceses, lecturas de poetas de Escocia y otros elementos de la cultura de este país se alteran con conferencias de los políticos que de años.La solemnidad del festival principal subraya la frescura del otro. En el festival paralelo dominan este año los espectáculos en los que el rock o los mitos de los setenta son elementos sobresalientes. En una sola obra de teatro, Superman, Batman y King Kong coexisten con la música de Pink Floyd, el bombardeo publicitario de la televisión y la crítica al poderío norteamericano.

Son más de doscientos espectáculos los que se pueden ver en Edimburgo durante estos quince días (el festival se inició el 12 de agosto y se clausurará el 10 de septiembre). Sin embargo, esa abundancia no ha impedido que la fiesta esté en la calle y que la ciudad aparezca tomada por la imaginación a cualquier hora del día. En la noche retiene el silencio propio de las capitales británicas.

Los punk han aparecido tímidamente, despistados entre los aficionados a la ópera, contrastando las corbatas de pajarita con sus imperdibles monstruosos. Los homosexuales ingleses, por su parte, han acudido en apoyo de sus compañeros de Escocia, a los que la ley les prohibe su expansión, y han ofrecido espectáculos en los que se narran los movimientos de liberación protagonizados por el gay power desde la época victoriana hasta la norteamericana de los sesenta, pasando por la Alemania de Weimar.

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