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El periódico televisivo, una amenaza real para la prensa tradicional

Una nueva amenaza tecnológica se cierne sobre el periódico tradicional del que tantas veces se ha vaticinado la desaparición: se trata del periódico televisivo, que en algunos países funciona a modo de experimento interno y que ahora va a ser presentado oficialmente en la Exposición Internacional de Electrónica que se celebrará en Berlín de los días 26 de agosto al 4 de septiembre. Políticos, editores y asociaciones de periodistas discuten durante estos días la viabilidad y conveniencia de adoptar industrialmente este proyecto que haría cambiar radicalmente parte del mundo de las comunicaciones de masas.

De momento, el proyecto va a ser expuesto, durante unos días, a instancias de la Federación de Editores de Periódicos Alemanes, mientras prosiguen las complicadas discusiones sobre la política a seguir en torno al tema.El periódico televisivo consistirá, en unas 100 telepáginas como máximo, cuyos contenidos serán compuestos a distancia por redactores de 20 periódicos distintos, sobre informaciones de ámbito nacional, regional y local.

El principio básico técnico de este sistema es, de una manera general, el siguiente: los textos compuestos por los redactores mediante un sistema de teleimpresión, llegan al consumidor a través de los canales televisivos, según el sistema Huckepack, y se hacen legibles mediante un aparato decodificador que tendrá que anexionarse al aparato de televisión. Este aparato decodificador cuesta actualmente unas 35.000 pesetas. No constituye, por tanto, un grave problema de mercado para su comercialización.

Junto a esta novedad técnica, que la Federación de Editores considera que puede suponer la supresión del periódico tradicional, vía adelanto tecnológico, las dos cadenas alemanas de televisión, ARD y ZDF van a exponer otro sistema parecido y, en parte, auxiliar del anterior, el Videote T, ya conocido como técnica de comunicación. Otro sistema parecido de teleimpresión, el modelo Antiope para la impresión a distancia de textos, será presentado por Francia.

Una introducción generalizada en el mercado de estos sistemas promovería una reconversión radical de la concepción del periódico y de todos los elementos y procesos que interviene en su elaboración. Por ello, no es extraño que los sectores políticos, económicos y profesionales discutan ampliamente la conveniencia de su comercialización.

La primera consecuencia revolucionaria de la aplicación de este proyecto la percibirá el receptor o telelector, quien recibirá en su pantalla los textos de noticias de toda índole que se acaban de producir momentos antes y que han sido compuestas a distancia, en cuestión de minutos, por un nutrido grupo de redactores situados en todo el territorio nacional. Las posibilidades de gravar en casa este diario televisivo y su facilidad de conservación y sucesivas relecturas hace más atractivo todavía este sistema.

Pero esta redacción electrónica a distancia, que ya ha comenzado a practicarse en muchos periódicos de Estados Unidos y en algunos del Japón, influye no sólo en el receptor de las informaciones, sino también y, en una gran manera, en los hombres de la información o periodistas y en el proceso de su trabajo.

El periodista, ante esta amenaza electrónica que exige el abandono del texto manuscrito, debe adaptarse a la manipulación del nuevo sistema, que exige a su vez nuevos métodos. El periodista compondría, a distancia, por medio de una máquina de rayos catódicos, con una pantalla, conectada a un ordenador central, los textos ya compaginados y corregidos. El ordenador central enviaría el diario televisivo a los lectores.

Este tratamiento electrónico de la información, a la vez que estrecharía más las relaciones entre el redactor y la técnica, acarrearía algunos problemas deontológicos, ya que la aplicación de este único sistema impondría a los lectores el recibir las mismas informaciones revestidas bajo las mismas formas. Además, terminaría con el empleo de los periodistas que no se adaptaran al sistema, de las secretarías de redacción, linotipistas, tipógrafos, y otros muchos elementos humanos que viven de la impresión tradicional de los periódicos.

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