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Más poder para el director de la CIA

Con la finalidad de controlar más estrechamente a los distintos servicios de espionaje norteamericanos, el presidente Carter anunció ayer una próxima reforma de la «comunidad de inteligencia», en la que el actual director de la CIA, almirante Stansfield Turner, dispondrá de más poderes que ninguno de sus antecesores en el cargo.

Según la reforma prevista, que debe ser aprobada por el Congreso, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) controlará la totalidad del presupuesto gubernamental dedicado al espionaje, que, aunque tiene carácter secreto, se estima cercano a los 5.000 millones de dólares anuales. Esto significa que Turner podrá controlar indirectamente el funcionamiento de otras agencias que hasta ahora dependían del Departamento de Defensa, la Oficina Nacional de Reconocimiento y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), así como la Agencia de Espionaje de la Defensa (DIA).Aunque la intención inicial de la Administración Carter fue unificar bajo un solo mando todos los servicios secretos, la fuerte oposición creada en el Pentágono parece que obligó a esta solución intermedia en la que el director de la CIA no tiene poderes directos sobre los servicios de espionaje militar, pero sí sobre sus presupuestos.

Carter informó ayer al Comité de Inteligencia del Senado sobre su proyecto de reforma, que será enviado en breve al Congreso. Desde que hace dos años comenzaran a hacerse públicos los abusos y actos ilegales cometidos por el espionaje norteamericano y especialmente por la CIA, el poder legislativo demandó un control más directo de estos servicios para prevenir futuras violaciones de la ley. Con la reestructuración anunciada, la máxima responsabilidad del espionaje de Estados Unidos recae sobre el almirante Turner, un antiguo compañero de clase de Carter.

Turner continúa testificando ante el Congreso sobre el plan secreto de experimentos de control de la mente que desarrolló la CIA en las décadas de los cincuenta y los sesenta. Ayer, el director de la Agencia reconoció que ésta había utilizado prostitutas y burdeles en Nueva York y San Francisco para dicho programa de experimentación.

Esta parte del plan se conocía como «clímax de medianoche», y tuvo lugar en burdeles acondicionados por la CIA con espejos que permiten la visión en un sentido mientras reflejan la imagen por otro, abundantes micrófonos y equipos de grabación, cámaras fotográficas y de cine, etcétera. Un grupo de prostitutas contratradas por la CIA atraían a sus «clientes» a estos burdeles -que se conocían en el argot de la Agencia como «casas de seguridad»- y les administraban drogas en las bebidas para luego pasar a «entrenarlos» bajo la atenta observación de los agentes.

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