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Tribuna
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Un comienzo equivocado

Los primeros pasos del Gobierno, desarrollando su declaración programática en materia económica, no han sido hasta el momento excesivamente afortunados. Al discutible acierto técnico de algunas de las disposiciones se ha unido un resquebrajamiento de la credibilidad del equipo económico, pilar fundamental para llevar a buen puerto el programa en las actuales circunstancias.La primera -por ahora única aparición del vicepresidente económico Fuentes Quintana constituyó, salvando su evidente tono didáctico, una demostración de que nuestros gobernantes conocían perfectamente la delicada situación de la economía española y estaban dispuestos a aceptar el reto que la coyuntura plantea. Su claridad y contundencia tranquilizó, por paradójico que parezca, a una gran mayoría de españoles. Fue un buen comienzo.

Pero aquella comparecencia se ha visto eclipsada por la escasafortuna con que se han presentado las sucesivas disposiciones. La devaluación se explicó en un Monólogo del más rancio estilo, luego de una caótica rueda informativa del ministro-portavoz del Gabinete. El pasado fin de semana, atribulados funcionarios entregaron un paquete de folios con nuevas medidas a medio centenar de informadores, profundamente disgustados por más de dos horas de espera, luego de haber sido convocados para una rueda de prensa con el ministro-portavoz.

Comenzar la aplicación de la reforma económica por una subida encadenada de precios ni es popular, ni propicia la confianza de, quienes han visto descender el poder adquisitivo de sus salarios progresivamente en los últimos cuatro años.

El Gobierno está volcando su esfuerzo en la negociación con partidos y centrales -y aún éstos niegan que se negocie realmente-, olvidando las circunstancias sociopolíticas actuales, en las que inevitablemente deberá desarrollarsecualquier reforma; económica o de cualquier otro tipo.

Ni los partidos, ni las centrales ,están en disposición de arrogarse una representatividad mayoritaria del puebldespañol. Los reducidos niveles de afiliación sindical, el oscurantismo de los programas electorales, el desconocimiento de la mecánica política a nivel popular y, en fin, el inconfesable papel de determinados grupos de presión, omnipresentes en todos los aconteceres de los últimos años, convierten a este país en un marco sociopolítico sobre el que no cabe establecer paralelismos, aún estando en los albores de una -todavía difícil- consolidación democrática.

El pueblo español sigue contando con numerosas preguntas sin respuesta. Ni el Gobierno, ni los partidos, ni mucho menos los grupos omnipresentes, comparecen a clarificarlas. Tampoco facilitan la labor de los informadores que, como intermediarios, pudieran contribuir a atenuar la situación. La responsabilidad -grave y trascendente- es en definitiva de las minorías de uno u otro matiz, aunque el precio, probablemente caro e irremediable, recaerá sobre las es-. paldas de todos.Nunca, como hasta ahora, sociedad e intermediarios estuvieron más positivamente dispuestos a ,creer, a recibir explicaciones claras, sinceras y reales, aunque fueran contundentes y hasta pesimistas. Y que nadie. se escude en que los españoles son remisos a aceptar los necesarios sacrificios. El crecimiento de este país se fundamentó sobre todo en el esfuerzo y la aportación solidaria de la mayoría, en medio de incalificables triunfalis.mos, cuyo único propósito era ocultar las dificultades. De ello se beneficiaron, como se sabe, grupos omnipresentes que -estos sí- son escasament¿-propicios al sacrificio.Si el Gobie ffl o es capaz de propiciarlo y lo desea, la cooperación de la mayoría será un hecho. Si no actúa con inteligencia, unos pocos, probablemente los de siempre, recogerán los frutos y aquí podrá pasar cualquier cosa.

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