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Parece que el plan de paz israelí no aporta novedades sustanciales

El presidente Carter y el primer ministro israelí, Menahem Begin, mantuvieron ayer su primera ronda de conversaciones sobre Oriente Próximo, y, aunque reconocieron la existencia de puntos de vista diferentes, señalaron que su propósito común es la búsqueda de soluciones para la definitiva pacificación de la zona.

Durante la ceremonia oficial de bienvenida a la Casa Blanca, Carter se mostró optimista, al manifestar que «este año puede ser la ocasión de conseguir la paz y la seguridad permanentes en Oriente Próximo». «Nuestro objetivo común -añadió el presidente norteamericano-, a pesar de las diferencias de concepción y de puntos de vista que puedan existir entre nosotros y entre nuestros países, es el encontrar un camino que lleve a una paz permanente, en la que de forma inevitable estaremos juntos.»En su breve discurso, el líder israelí reconoció también la existencia de desacuerdos sobre Oriente Próximo en las posturas de Tel Aviv y Washington, aunque señaló que «nunca disentiremos». Inmediatamente después de la ceremonia, celebrada bajo un calor agobiante en el jardín de la Casa Blanca, Carter y Begin mantuvieron su primera reunión, en la que estuvieron también presentes el secretario de Estado norteamericano, Cyrus Vance, y el consejero especial para Asuntos de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski.

Las diferentes especulaciones de los observadores políticos sobre el contenido del plan de paz israelí coinciden en señalar que se incluyen en él algunas concesiones territoriales, principalmente en el desierto del Sinaí y en los altos del Golán, pero que Tel-Aviv mantiene su intransigencia en Io que respecta al corredor de Gaza y a la orilla occidental del Jordán. Estados Unidos, sin embargo, declaró recientemente, a través del Departamento de Estado, que las negociaciones de paz que patrocina Washington deben iniciarse sin ningún tipo de condiciones previas y que esto significa que «ningún territorio, incluida la orilla occidental del Jordán, está excluido automáticamente de los temas a negociar».

Este será, pues, el principal caballo de batalla entre Carter y Begin junto al problema palestino. El dirigente judío manifestó en Nueva York el lunes que la creación de un Estado palestino en la zona supondría un «peligro mortal» para Israel. Esta intransigencia contrasta con los informes hechos públicos ayer por el congresista Lee Hamilton, que visitó recientemente el área conflictiva, en el sentido de que la OLP podría llegar a reconocer la existencia del Estado de Israel y que Norteamérica debería negociar con los palestinos, abandonando así la política seguida por Kissinger. Sólo unas horas después de estas declaraciones llegaba la noticia, publicada por un diario libanés, de que Estados Unidos ha mantenido durante los últimos dos meses conversaciones secretas con representantes de la OLP. Aparte de discutir los detalles de su plan de paz, que se supone ya que no será aceptado por los árabes ni quizá tampoco por Estados Unidos, al menos totalmente, Menahem Begin tiene otros importantes temas a tratar en su agenda. Por ejemplo, la solicitud de ayuda norteamericana para el año fiscal 1979 por un importe de 2.300 millones de dólares, de los que 1.500 irían destinados a la compra de material bélico y el resto sería pura ayuda económica. Esta solicitud fue precedida de las medidas de austeridad económica dictadas por el Gobierno israelí la semana pasada, en un aparente intento de demostrar a Norteamérica que Tel-Aviv se esfuerza también y que la carga económica que supone el Estado judío para Washington no será eterna.

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