Con las figuras llegó el escándalo una vez más
Esta crónica apenas habría tenido otro argumento que dejar constancia de la llegada de las, figuras a la que titulan feria del toro, con lo cual al lector le bastaría para imaginar que, en esta ocasión, lo de toro no dejaba de ser un eufemismo. Los osbornes, correctos de presencia pero por supuesto muy lejos de tener el trapío que hemos visto días atrás, salieron además flojones y borregones.En estas condiciones ya es de suponer que tampoco sería lógico que echáramos las campanas al vuelo porque Paquirri toreó a uno de ellos muy mandón y reposado -y con muy poco ángel, también, dicho sea para redondear el juicio-, y que El Viti,al cuarto, le hizo una faena de enjundia, en la que centró a la desfalleciente res en la muleta hasta que logró que no se cayera y cuajó dos tandas de naturales hondos, con remates de pecho de alta categoría. Quede constancia, con lo dicho, de esta parte positiva de una tarde que concluyo) aciaga, y también de que El Viti no se esforzó, después de un trincherazo solemne, en dominar al primero, que le embestía con la cara alta, y de que el Niño de la Capea, al borrego que se jugó en tercer lugar, le pegó pases horrendos, retorcido, con el pico y sin temple.
Plaza de Pamplona
Séptima corrida de feria. Cuatro toros de Francisco Javier Osborne Domecq, justos de presencia, salvo el primero (bien puesto), escasos de fuerza y bravura, manejables; un sobrero de Francisco Galache (quinto), muy serio, cornalón, manso y difícil, y otro de Sánchez Rico (sexto), terciado, cinqueño y manso.El Viti: Cinco pinchazos, estocada y descabello (pitos). Pinchazo y estocada trasera (oreja con algunas protestas). Paquirri: Pinchazo y estocada tendida (oreja). Dos pinchazos y estocada (palmas). Niño de la Capea: Pinchazo hondo muy bajo (pitos). Dos pinchazos y estocada caída (pitos). Gran escándalo a causa de la cojera y trapío de varios toros.
Y ésta habría sido, acaso, toda la sustancia de la crónica -apuntábamos más arriba- de, Seguir en el mismo tono la corrida. Pero ocurrió que salió el quinto, un sobrero de Galache, sustituto del segundo, el cual, cojo de toda evidencia, había sido devuelto a¡ corral, y se corrió el turno. Muy serio el galache, escurrido, manso y con genio, Paquirri le trasteó valiente y torero -mas lo podía someter- pues si bajaba la mano se le caía. Sin embargo, la tarde, con la burla de los osbornes de poca fuerza, que tenía amostazadas a las peñas, se rompió en este sobrero, y ya todo lo demás fue un escándalo creciente, que llego) a alcanzar proporciones inauditas. Cojo también el sexto, y devuelto al corral, salió otro galache, que no estaba menos cojo. La escandalera fue entonces terrible. Las peñas, miles de mozos en pie, gritaban: «iEsto es un atraco, manos arriba! ». También devuelto el galache, apareció un toro de Sánchez Rico, terciado y pobre de cabeza, aunque serio y con el «2» en el brazuelo, que lo acreditaba como cinqueño.
Pero casi nadie reparó en el «2» y en el comportamiento del animal, sino en su tamaño. Y aumentó el escándalo. Llovieron almohadillas, hasta dejar medio ruedo absolutamente impracticable. Un par de mozos saltaron la barrera y dieron por la arena unos cuantos traspiés. La mocina cantaba ahora aquello de «¡Susanita tiene un ratón...!» y «¡Queremos toros!». Y de nuevo «¡Esto es un atraco, manos arriba! ». La lidia, ya puede suponerse, fue en estas circunstancias un sórdido suceso; un ir y venir sin sentido de toro, caballos y toreros, éstos esquivando almohadillas, botes, mendrugos, pedazos de hielo y muchos proyectiles más que desde el sol les tiraban a dar. Manso el sobrero de sobreros, y difícil, el Niño de la Capea lo liquidó sin un pase, como convenía, ante lo que se le podía venir encima. Y allá quedaron las peñas, metidas en bronca cerrada, contra el presidente, contra las cuadrillas y contra quienes montaron el festejo.
Así que, con las figuras, llegó el escándalo: no hay quien lo mueva. Conviene precisar, no obstante, que los suspicaces mozos pidieron orejas en toros más protestables que el que suscitó la bronca mayúscula. Mucha confusión hubo ayer en la plaza de Pamplona. y quizá todo tenga una raíz: la junta de la Casa de Misericordia, que se apuntó un gran tanto con las corridas de enorme trapío que hemos visto días atrás, lo ha perdido al traer con tanta comodidad a las figuras. Para poner al modesto con el toraco y al poderoso con el bombón, es empresa cualquiera. Pero hay que andarse con pies de plomo, porque el contraste es tan claro que, a la mínima, puede estallar el escándalo. Como ayer. En las circunstancias que propiciaron los osbornes, de¡ triunfal, sino desatado al conflicto de orden público hay tan imperceptible divisoria que andar por ella es como ir bailando la jota por un campo de minas. ¡Ojo, junta!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.