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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El puro Lope de Vega de "La flor de Olmedo"

Lope sabía muchas cosa! y muy bien. Y entre las que realmente dominaba estaban la tradición y la historia. El caballero de Olmedo, uno de: los títulos mayores de nuestra literatura dramática, es un impecable ejemplo de lenguaje dramático personal, sensibilidad y reflexión ilustrada. El lenguaje dramático genera un texto ponderado entre la violencia de la época elegida -la de don Juan II-, los aires misteriosos y la acelerada dureza del relato. Muerte y vitalidad son, sin duda, los términos más característicos de las tensiones del siglo XV. La sensibilidad está manifiesta en la asunción del origen popular de la famosísima copla -«Que de noche le mataron/al caballero»- y en las cadencias de una métrica que es un verdadero homenaje al romancero y al cancionero general. Tello, don Rodrigo y la espléndida glosa de don Alonso a la vieja copla «Puesto ya el pie en el estribo» recuerdan, una y otra vez, que Lope se adelantaba a una idea del teatro, aún bastante agraz en Europa, y no sacrificaba a su modernidad ni un solo valor de la lírica antecedente. En El caballero de Olmedo hay romances, redondillas, algunas décimas y poquísimos tercetos. Nada se aleja del contexto popular. Por los arranques de la obra se perciben las sombras vitales de La Celestina y por el trágico tercio final casi se oye un fatalismo shakesperiano modelado por el españolísimo tema de la canción. (Esa. sensibilidad de Lope debía estar muy agudizada por el trabajo de Antonio de Cabezón: sus celebérrimas variaciones -diferencias las llamó el músico- van doscientos años por delante de la biografía instrumental del órgano.) Y en cuanto a la reflexión del autor culto, nada puede evidenciarla mejor que el hecho de que Lope sea ya un adaptador finisimo de la historia. Se sabe, en efecto, que fue en 1521 cuando la flor de Olmedo, el hidalgo don Juan de Vivero, fue muerto por un tal Ruiz de la Fuente. Lope conocía, sin duda, el Nobiliario de López de Haro, publicado trece años antes de la muerte del poeta. No le gustó la época. Renunció a Carlos V, a Villalar y a Tordesillas, y se llevó la historia al cruento territorio del rey don Juan II. Es un retroceso de sesenta años que permite a Lope el alojamiento en su texto de pasiones, misterios y melancolías más acordes con la época del condestable Luna que con los germanismos del emperador. Y llega a tanto el adaptador que don Alonso y doña Inés son los nombres reales de los bisabuelos del caballero desgraciado.Admirable comedia. Forma, con Fuenteovejuna y Peribáñez, la gran trilogía del enorme, Lope. Levanta una coplilla local a exponente épico de un cuadro nacional y subsume la variedad riquísima de un amplio documento de tipos, caracteres, datos históricos y sentimentalizaciones en el rigor esencial de la unidad dramática. Algo que no es ni fácil ni intuitivo. Oyendo El caballero de Olmedo se siente malestar ante la fácil imagen de un Lope aturullado e improvisador. Las transferencias históricas, ambientales y emotivas, el ajuste del verso y el cuidado del vocabulario están aquí cantando al grandísimo poeta lírico y dramático, tan culto como sensible y tan ágil como sabio.

El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, en version de Hermógenes Sainz

Dirección: César Oliva. Principales intérpretes: María Jesús Sirvent, Isa Escartín, Fernando Cebrián, Félix Navarro, José Caride, Guillermo Marín. En el Centro Cultural de la Villa de Madrid.

Con esta representación sale a la palestra la compañía Corral de AImagro. Jouvet decía que el teatro clásico español no existía, puesto que no se le representaba. La verdad es que el abandono del gran repertorio español es algo tan urticante y atroz que resulta difícil considerarlo sin cólera. La compañía declara, al presentarse en Madrid, que «la creación de esta compañía responde al objetivo básico de poner en escena obras del teatro clásico español desde una nueva vertiente y con procedimientos originales. Textos, temas y estéticas de nuestro Siglo de Oro irán siendo revisados al tiempo que se conforma un repertorio. Se tiende, en definitiva, a convertir la vieja comedia española en un hecho dramático vivo. En el actual punto de arranque, actores, técnicos y gestores nos situamos con la intención de lograr los propósitos inicial Í es, propósitos que se resumen en el antiguo esquema del deleitar aprovechando. «Lo clásico nunca debe presuponer lo aburrido, sino lo festivo; el encuentro con lo tradicional, sino el ansia de investigación; lo cultista, sino lo aculto. Lo clásico, en una palabra, es el gran reto ante una aventura que siempre se representa no, exenta de riesgo». Elemental e ingenua, pero ilusionada y clara, esta declaración vincula al grupo a un esfuerzo que nadie está haciendo. César Oliva, el director, ha publicado recientemente un trabajo, Corral de Almagro: una propuesta sin resolver, que ya indica la diana de sus preferencias.

Ahora nos presenta el primero de sus trabajos. Ha buscado, esencialmente, actores que «hablen». En la versión de Hermógenes Sainz, un narrador sugiere, identifica y orienta, confirmando los propósitos de la compañía. Fernando Cebrián protagonizó un certero análisis de la figura del desgraciado don Alonso. Su composición, de corte romántico, coincide con las exégesis literarias del personaje. Y dijo muy bien. Guillermo Marín, con la sólida autoridad de su trayectoria en el trabajo clásico, matizó con riqueza al muy moderno personaje de don Pedro. Yo destacaría también a Isa Escartín. Aunque la verdad es que todos se sometieron con prudencia a la marcación de César Oliva. Marcación y montaje sin triunfalismo alguno. Estamos tan mal en este terreno que es bueno empezar así. Hay que desearle mucha suerte a este grupo. No estamos eligiendo. Corral de Comedias es ahora mismo la única compañía teatral que declara atender a los clásicos. Desgraciadamente, no tiene competencia. Que tenga al menos, suerte.

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