Las moscas
Estaba yo cenando con el conde de Lavern, apócrifo, en un emparrado al aire libre, y de pronto el conde gritó:-¡Las moscas, las moscas, me están comiendo el centollo las moscas!
Por cierto, que hay centollo y hay centolla, y lo digo para ilustración de un culto comunicante que un día me reprochaba la utilización equivocada del sexo del marisco. Estamos no sólo en un país de arbitristas, sino, lo que es peor, de arbitristas que nunca han comido centollo. Otro arbitrista me escribe explicándome, con relación a mi glosa sobre el nuevo senador Camilo José Cela, que no se dice prometo, en el caso en que yo lo aplico, sino juro. Ignora este arbitrista que yo estoy utilizando siempre, con fines literarios, el lenguaje de la calle y de ahora mismo, con todas sus incorrecciones, que son su gracia. Por otra parte, diré lo que dijo don Pío Baroja cuando los franquistas le pusieron en trance de jurar o prometer:
-Yo, lo que se lleve.
Como ustedes ven, el país está lleno de arbitristas y lleno de moscas. Me dice Baltasar Porcel, que las moscas son una especie a extinguir, como el diplodocus, y que él ha convivido con grandes rebaños de moscas en su reciente estancia en Túnez. Pienso que el arbitrista es un español al que le ha picado la mosca del arbitrismo. Pienso que el arbitrista lo da la mosca, como la miel la da la abeja. Y pienso que moscas y arbitristas son población tercermundista, y a medida que España va siendo la décima potencia en algo, y la primera potencia en democracia, que tenemos ya la monarquía más republicana del mundo, esas especies y subespecies van desapareciendo de nuestra vi da civil y cultural, que hasta a la cultísima generación del veintisiete la picaban las moscas y otros bichos, y si no, ahí está el inolvidable poema de Dámaso Alonso a los mosquitos:
- ¡Los puñeteros mosquitos! ¿Cómo ha sido posible hacer cultura, la poca o mucha cultura que hemos hecho, en un país con tantas moscas y tantos arbitristas? La generación del veintisiete estuvo a punto de malograrse, primero por los mosquitos que picaban a Dámaso, y luego por los arbitristas que arbitraron una guerra civil y pusieron en fuga y exilio a casi todos los miembros de aquella generación y de otras generaciones. Ahora que, como diría Máximo, ya somos la III Monarquía Española, resulta que están volviendo las moscas y están volviendo las turistas. Esto de las turistas le tiene contento al ministro Reguera, cuerpo, aunque ya le queda poco al hombre, y el otro día le dio dos besos a Pilar Trenas y le dijo:
-Son los dos últimos besos que te da un ministro de Información.
Y decía bien, porque el Ministerio de Información y Turismo se ha cuidado de las turistas, pero no se ha cuidado de las moscas, de modo que hemos ofrecido al mundo una estructura hotelera pobre y sucia, o cara y mala. Así que quitan el Ministerio ese de la censura y en su lugar ponen a Rafael Ansón, que es por si mismo un ministerio ambulante y, por lo que a la tele se refiere, un arbitrista que ha llenado Prado del Rey de moscas argentinas.
Cuando López Rodó, que ha tenido un incidente violento en Barcelona (estos piadosos están perdiendo hasta la piedad), y todos los demás Lópeces, o sea los tecnolópeces, han estado tantos años engañándonos con los planes de desarrollo y la cosa, por las moscas veíamos nosotros el engaño, y que España no era tan primera potencia como nos decían.
Pero entre el conde de Lavern y las moscas se estaban devorando el centollo bajo el emparrado, cuando me cuenta el conde que Luis Gordon, de las relaciones públicas del Opus, le llama todos los días para invitarle a comer, como me hizo a mí años atrás, y no sé si quieren ganarle para la obra o que hable de ellos en sociedad. ¿Va a volver el Opus con el Centro como han vuelto las moscas con el calor? En todo caso, los del Opus son como moscas.
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