La novillada de Las Ventas fue un gran espectáculo
Que no hay más secreto: el toro y el torero. Y no deben darse más vueltas sobre lo que ha de ser la fiesta y sobre lo que el público quiere. Los aficionados ni están locos ni son fríos censores, sin corazón y sin gusto, que pidan imposibles para el espectáculo. Les hasta que la lidia sea íntegra y verdadera y sólo puei de haber lidia integra y verdadera con el toro y el torero. Como ayer en Las Ventas.Luego ya vendrán otras matizaciones: la bravura en el toro, calidades en el. torero. Pero si el toro, aun sin bravura, sale con trapío y con la emoción que se deriva de su casta, y el torero está mínimamente capacitadoy aporta cuanto sabe, con valor y entrega -todo lo cual ocurrió ayer-, a lo mejor no hay que,pedir más. Los aficionados, desde la barrera hasta la andanada, vivieron una gran tarde de toros, totalmente identificados con los pormenores de la lidia; no hubo protestas; los aplausos subrayaban con oportunidad y medida los muchos rasgos de emoción y arte -más de aquella- que se produjeron en el ruedo; y, por añadidura, en la presidencia había un funcionario que interpretaba el reglamento con rigor y af ición, de forma que condujo el espectáculo sin un solo falto. Aquí, donde tantas veces hemos tenido que decir varias cosas de los errores de bulto tan prodigados en el palco, nos complace felicitar, y muy sinceramente, al señor Corominas. Así se preside. Sólo así.
Plaza de Las Ventas,
Novillos de Barcial, muy bien presentados, ovacionados al saltar a la arena; mansos y con problemas, sólo el tercero fue noble. Chinito de Francia: Buena estocada (aplausos y salida al tercio). Pinchazo, media y bajonazo (división y saludos). José Luis Palomar: Pinchazo y media trasera de gran ejecución (vuelta). Estocada corta perdiendo la muleta (oreja) Juan Ramos: Dos pinchazos, estocada (aviso) y cuatro descabellos (palmas y saludos). Pinchazo, estocada, rueda de peones, intento de descabello (primer aviso), pinchazo, cuatro descabellos (segundo aviso), otro descabello y estocada (vuelta al ruedo). Presidió, muy bien, el comisario Corominas.
Una novillada que en sus tres últimos ejemplares fue verdadera corrida de toros. Cuando aparecían los barciales en la arena, cuajados, serios y con un armamento que no admitía bromas, la ovación restallaba en la plaza. En la andanada se gritó: «¡Estos, ayer!» -e iba por el desastre de la corrida de Benefícencia-. Pero olvidemos ese ayer. Los novilleros lo borraron por completo. Los barciales llevaban dentro de la gran facha, mansedumbre y problemas. Unicarnente el tercero fue de carril, y Ramos le hizo una faena larga, con muletazos de calidad. Más mereció la res. Pero también cotocó un par de banderillas al quiebrib, y en los medios, espeluznante. Luego, en el quinto, José Luis Palomar repetiría la suerte, una vez en los medios (sólo pudo colocar un palo), después en el mismisimo platillo, con el toro arrancado desde el tercio, y aquello fue un monumento, Dejó llegar a jurisdicción, hasta el limite, y clavó arriba reuniendo con valor.
Palomar, éxito grande el suyo, estuvo más torero que en la novillada de las facilidades y el triunfalismo por San Isidro. Aguantó tarascadas con valor consciente, sin concesiones a la galería; sometió a sus dos enemigos, ambos inciertos, a base de pisarles el terreno y consentirles. Los tornillazos que el quinto le tiró por el pitón derecho fueron de abrigo, y los despreció todos, con serenidad increíble. Por la izquierda iba mejor el animal y allí se vio que faltaba temple, pero los remates de pecho fueron limpios y hondos, y los ayudados con que concluyó la faena dejaron al novillo totalmente entregado. Mató con seguridad y por el hoyo de las agujas, vaciando siempre con estilo, sobre todo en la media estocada al segundo. Y el público subrayó corí sus aclamaciones un triunfo que no tiene la menor objeción. Palomar banderilleó y muleteó sin quitarse la montera, a la antigua usanza; en la vuelta al ruedo, aunquí: le arroJaron flores, no aceptó ni una; recogió desde el tercio las ovaciones sin pedir más; no quiso estar en vedette, como hacen casi todos, que han convertido esto en un carnaval, sino en torero. Este es el camino.
Chinito de,Francia se encontró con el peor de la tarde -el cuarto, bronco y manso-, y lo aliñó con agallas. Difícil también el primero, porque medía las embestidas, consiguió meterle en la muleta para unos derechazos de buen temple y mando, aunque acabaría pasándose de faena. El sexto, otro manso, huido, con trapío de toro, obligó a Ramos a plantear la faena en el tercio, y la sorpresa fue que allí embestía como una malva. La faena, entre abundantes pases a favor de querencia, tuvo calidad en una tanda de naturales y dos de derechazos; pero con la espada estuvo muy mal el aragonés y por pocos segundos no escuchó los tres avisos. Ramos, quebrantado por la dura brega y dos tremendas volteretas que sufrió en sendos quites, aún pudo dar la vuelta al ruedo. Una vuelta al ruedo que era todo un símbolo, porque el público quiso que acabara en triunfo el gran espectáculo que habían ofrecido toros, toreros y toreo.
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