Carter puede aprobar la construcción del bombardero estratégico B-1
Bajo el fuego cruzado de los sindicatos, el Departamento de Defensa y la industria bélica por un lado, y de los sectores liberales del Congreso por otro, el presidente Carter deberá tomar la próxima semana una de las decisiones más importantes de su mandato: la construcción en serie, o no, del nuevo bombardero estratégico B-1, que costará al Tesoro unos 100.000 millones de dólares.
Durante la campaña electoral del año pasado, Jimmy Carter se enfrentó a Ford en este tema, al oponerse rotundamente a la construcción del bombardero, al que calificó poco menos que como un derroche del dinero de los contribuyentes. Ahora, sin embargo, el presidente parece haber modificado su punto de vista y podría dar la aprobación al proyecto, que contaría también con una mayoría favorable en el Congreso.
El B-1 es, según sus defensores, la garantía de la superioridad militar de Estados Unidos sobre la Unión Soviética en las próximas décadas. Destinado a sustituir a los B-52, actualmente en servicio el nuevo bombardero puede volar a muy baja altura y a gran velocidad, lo que le permite esquivar los radares enemigos y penetrar en profundidad en el territorio del adversario para arrojar sus bombas atómicas y proyectiles sobre sus objetivos, aunque éstos sean móviles, y regresar después a su base.
Los detractores del polémico bombardero, que lleva más de un año en el centro de la discusión pública, argumentan que los proyectiles balísticos intercontinentales y especialmente el nuevo y eficaz proyectil Crucero cubren los mismos objetivos que el B-1, por lo que el costoso proyecto es innecesario.
Los sindicatos defienden el programa de construcción del B-1, que proporcionará millares de puestos de trabajo durante casi una década, y recuerdan al presidente sus promesas electorales de luchar contra el desempleo. La fuerza aérea ha hecho públicos varios informes, en los que enumera las ventajas del bombardero estratégico.
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