Beneficios
No parece muy aventurado pronosticar que los grupos que obtengan una clara mayoría en las próximas elecciones, postulan en lo económico el sistema de la economía de mercado, acompañado de un sector público fuerte. Esto es una fórmula bastante empírica y es interpretada por cada uno de los partidos que la incluyen en sus programas, a su manera. Dejando a un lado, por apartarse del título de este artículo, el análisis de la profunda desviación que existe entre el modelo de la libre empresa y fuerte sector público a que aspiran los liberales, socialdemócratas y cristiano-demócratas, del modelo que venía rigiendo hasta ahora en España, es evidente que. todos tienen, al menos conceptualmente, un denominador común: la empresa privada.Pues bien, la condición necesaria y «sine qua non» para la existencia, para la permanencia, para el desarrollo de este modelo económico, es la existencia de los beneficios. Conviene romper una lanza en favor de los beneficios en un ambiente tan enrarecido en donde la palabra beneficios va unida al clima peyorativo que rodea al capitalismo explotador, decimonónico y que en España parece que no nos hemos entera do que ha sido superado en la mayoría de Europa occidental, Estados Unidos, Canadá, Japón y países industrializados. Quizá no ,nos hayamos enterado porque sea en nuestro país donde quedan aún bastantes restos de ese capitalismo de antaño, que tan poco ha contribuido a nuestra convivencia nacional.
Savia empresarial
Ese capitalismo debe desaparecer, dando paso a un concepto nuevo de empresa, a una democracia industrial más o menos avanzada, pero nunca a un deterioro de la vida de la empresa. Y la savia que alimenta a la empresa no es otra que el beneficio. Cuando el año pasado la prestigiosa Sociedad de Asesoramiento y Consulta Empresarial Díebold reunió en Harvard a un selecto grupo de empresarios europeos y americanos, el tema de los beneficios destacó por su importancia prioritaria. Asi, por ejemplo, en Suecia, y quizá ahí esté una de las razones de su fracaso electoral, socialdemocracia fue más allá de lo aceptable en la utilización de los beneficios empresariales para destinarlos a los famosos Sindicatos, que con ellos adquieren la propiedad empresarial. En Alemania Federal los Sindicatos piden una creciente participación en la aplicación de los beneficios En Francia las empresas verdaderamente rentables se distinguen de una forma notable de las otras, tanto por su sentido social como por su capacidad de expansión, de creatividad y de innovación. Especial mención merece el Reino Unido, pues la cuantiosas pérdidas con que trabajan la mayoría de sus empresas nacionalizadas son una de las principales causas de la crítica situación de Inglaterra. Quizá sea precisamente en las Islas Británicas donde se ponga de manifiesto de una forma más patente, el tremendo fracaso que supone para un país que se desenvuelve en una economía de mercado, el olvidarse que, las empresas tienen que ganar dinero. Obsérvese que tanto en Suecia como en Alemania, los problemas surjen en la interpretación del beneficio o mejor dicho, en su aplicación pero no en su aceptación.
Fiabilidad de Ias cifras
Existe un concepto, desgraciadamente tan falso como extendido, de que los beneficios de unos son quebrantos para los otros Dicho en términos de lenguaje vulgar «lo que uno gana el otro lo pierde». Quizá esta creencia se deba al hecho de asimilar con gran error un proceso económico creador con un juego de azar como el póker o la ruleta, en donde, evidentemente, en un sistema cerrado, sometido a reglas rígidas y sin creación de riqueza, lo que unos ganan tiene que corresponderse matemáticamente con lo que los otros pierden.
Surge aquí inmediatamente el concepto de ¿qué es beneficio?, e inmediatamente, ¿cuál es el. beneficio aceptable? Hay una creencia bastante extendida en el mundo y en España de que las empresas hacen mucho más, beneficio del que declaran y proclaman. Resultan muy elocuentes los resultados de las encuestas llevadas a cabo en Estados Unidos en cuanto a los niveles de beneficio que se suponían alcanzaban las grandes empresas. Dichas encuestas dieron porcentajes; del 33% al 45% sobre ventas. La realidad es que en el año 1975, las quinientas primeras empresas de la famosa lista FORTUNE, alcanzó una media de beneficios de un 4% sobre ventas. Afortunadamente, los resultados correspondientes al 1976 son mejores. De una forma, naturalmente genérica, se podría afirmar, a nivel de España, que muchas empresas que declaran y proclaman beneficios no resistirían una auditoría internacional que señalara los niveles de amortización correctos, las reservas apropiadas de inventarios, de incobrables y otras partidas de sus balances, como pueden ser las previsiones para el futuro y los gastos en investigación.
Los beneficios se emplean en este sistema de economía. de mercado, como indicador casi único de la salud de la empresa. Y ello puede conducir a errores por cuanto se hace preciso al objeto de analizar las tendencias a largo, la utilización y divulgación de indicadores más sofisticados y hoy reservados a analistas de inversión, como son la tasa de rentabilidad interna, competitividad en porcentaje del mercado, gasto en investigación, composición del ejecutivo, etcétera. Los beneficios son necesarios y son necesarios en permanencia, no en forma casual o esporádica. Es preciso rechazar la idea de que los beneficios van solamente y directamente a los bolsillos de unos pocos capitalistas. Se hace imperativo que alcancen a muchos individuos a través de una creciente extensión de fórmulas para poner en manos de cada vez mayores sectores de la población, la propiedad de las empresas.
Pero aún hay más, partidarios sin reticencia alguna de un sector público fuerte y eficaz que tome a su cargo la responsabilidad indeclinable de la creación, mantenimiento y desarrollo de una infraestructura social, educativa, sanitaria, obras públicas, etcétera, no olvidemos que ello no es posible -en este modelo económico- sin la existencia de beneficios. Las compañías en pérdidas y que requieren ayudas estatales para su subsistencia, son causantes de una menor inversión o servicio público necesario para la colectividad.
Finalmente, para asegurar la continuidad del sistema, son esenciales los beneficios. Sin beneficios no hay inversión ni, naturalmente, avance tecnológico; resulta preocupante para la economía occidental los efectos a largo de la crisis del petróleo -o crisis que comenzó en 1973-. Después de salir de la crisis se notarán durante bastante tiempo las consecuencias de la misma, debido a los bajos niveles de inversión que se produjeron y que tienen su razón en la disminución o desaparición temporal de los beneficios. Este es uno de los graves problemas con que se enfrenta la economía española, además de la del paro, la inflación y el déficit exterior.
Se puede, en teoría, adoptar un sistema comunista. No son muy brillantes sus resultados económicos, pero si se elije el de economía de mercado, se comete no sólo un gran despropósito, sino un señalado error en no potenciar al máximo la idea del beneficio, claro, permanente, progresivo y que alcance al mayor número de miembros de la comunidad por la vía de salarios, sueldos, dividendos e impuestos, asegurando la permanencia del sistema por la reinversión.
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