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Política tabaquera en España

El proceso de producción, elaboración y distribución del tabaco en España constituye un complejo entramado de intereses que merece la pena tratar de desentrañar. Así el consumidor puede irse aproximando al conocimiento del quién, el cómo y el porqué de las decisiones que le permiten sacar y meter de su bolsillo un paquete de cigarrillos cada vez que le apetece fumar.Al analizar la problemática de este producto es necesario hacer una distinción previa entre tabaco peninsular y canario. En el caso de este último, que sólo se trata marginalmente en este artículo, no existe una situación de monopolio legal, pero puede afirmarse que, de hecho, está controlado por fuertes grupos económicos con intereses y ramificaciones no muy claras, y que dieron origen a todo tipo de especulaciones con motivo del secuestro del importante industrial Eufemiano Fuentes.

En cuanto al tabaco peninsular, hay que comenzar por decir que su cultivo se halla controlado por Tabacalera, SA -arrendataria del monopolio- y por el Servicio Nacional de Cultivo y Fermentación del Tabaco -dependiente del Ministerio de Agricultura-. Ambos organismos actúan conjuntamente en la Comisión Nacional, que ordena la superficie a sembrar, sus variedades y sus precios, obligándose Tabacalera, SA, al consumo total de la producción. Por tanto, puede afirmarse que este cultivo es quizá el más controlado, hasta el punto de que la Guardia Civil podría denunciar a cualquier cultivador que carezca del permiso correspondiente.

Las principales zonas de cultivo en la Península son Extremadura y Andalucía Oriental. En ellas se venían cultivando tradicionalmente variedades de tabaco oscuro que son las utilizadas para la elaboración de cigarrillos negros y que resultan muy productivas, pero de baja calidad. Debido a la competencía de la industria tabaquera canaria -que elabora cigarrillos con tabaco importado de superior calidad-, Tabacalera, SA, se vio obligada a la mejora en la calidad de sus labores; para ello se favoreció un cambio de orientación de la producción peninsular en el sentido de introducir -comenzando por Cáceres- la variedad Burley, de tabaco claro, que se utiliza normalmente para la elaboración de cigarrillos rubios.

Las variedades claras son, en general, menos productivas, pero de mayor calidad que las oscuras, por lo que en todos los países existe una diferenciación de precios entre las dos. Sin embargo, en España esas diferencias son escasas, con lo que las variedades claras son en nuestro país más baratas que en otros. Ello permite a Tabacalera, SA, la práctica de una operación que en ningún otro país se hace, como es la fermentación de una variedad de tabaco claro (Burley) para la elaboración de cigarrillos negros de alta calidad, como los Ducados, que puedan competir con los procedentes de la industria canaria.

Para desesperación de los agricultores, Tabacalera, SA, siempre ha preferido recurrir a las importaciones antes que promocionar definitivamente el cultivo en España. Su justificación es que, el tabaco producido en nuestro país es de baja calidad; sin embargo, los cultivadores no opinan lo mismo y piden que, al menos, se hagan pruebas de cultivo para la adaptación de variedades de buena calidad. Además, se da el caso curioso que las labores importadas por Tabacalera no son precisamente las mejores del mercado hasta el punto que existe una clase de tabaco oscuro conocida internacionalmente con el nombre de «Tabacalera Española» -debido a las ingentes cantidades de ella que compra nuestra inefable sociedad anónima- y que está considerada como una de las de peor calidad en la Bolsa de Chicago.

Por otra parte, la situación y perspectiva del mercado mundial de tabaco aparecen diáfanas. Las proyecciones de demanda indican claramente una tendencia al incremento del consumo de tabaco rubio y un descenso en el del negro. En cuanto a las estadísticas de producción, indican un déficit de labores de tipo claro con tendencia a aumentar en los próximos años, especialmente para las variedades Burley y Virginia (Bray). Esta última variedad tiene gran interés porque tanto su cultivo como la elaboración posterior se prestan a la mecanización, siendo las perspectivas de aumento de su cultivo en el mundo muy escasaspuesto que en USA no se dispone de tierras adicionales para ello y en Europa dicha variedad no es rentable porque la pequeña dimensión de las explotaciones no permite su mecanización. Esta situación hace difícilmente comprensible el hecho de que no se haya consolidado su cultivo en España. Tabacalera persiste en su actitud de no conceder nuevos permisos para la producción de tabaco claro y de bloquear cualquier intento que en este sentido hagan los agricultores con la excusa de su mala calidad. La propia CEE está interesada en un cambio de esta política.

Parece ser que los cultivadores estarían dispuestos a producir y exportar -si Tabacalera no se aviene a comprarlo- todo el tabaco claro que pudieran, aun corriendo con los riesgos de las oscilaciones de precios en el mercado internacional. Pues bien, Tabacalera está dispuesta a actuar «de perro del hortelano», no permitiendo la extensión de su cultivo, aunque sea para exportación.

Quizá sea necesario referirse a alguna de las conexiones existentes, que pueden ser clave en la comprensión del problema. La empresa multinacional International Leaf controla buena parte del comercio mundial de tabaco. Esta sociedad cuenta con dos filiales: Philip Morris, para producción de cigarrillos, y Deltafina, especializada en semillas. Esta última se ha introducido en España como proveedora de las variedades de tabaco claro a través de la Sociedad Agrícola del Tiétar, SA, que, curiosamente, es de las pocas que ha obtenido permiso para cultivar la variedad virginia en España. Según informaciones de prensa, Philip Morris mantiene relaciones

con Tabacalera, SA, con el objeto de garantizarse un cierto cupo de tabaco Virginia que pudiera producirse en nuestro país.

Así, pues, todo está atado y bien atado. El único cabo que queda suelto es la posibilidadde que los agricultores consigan poder cultivar el. Virginia para exportar directamente. La actitud de Tabacalera frente a esta posibilidad resulta entonces más coherente: o impedir el aumento de superficie, o controlar la producción para hacer frente a sus «compromisos».

En realidad, a nadie puede extrañar la política de esta empresa, ya que, como sociedad capitalista, persigue su propio beneficio por encima de las necesidades de los agricultores y consumidores. Mucho más alarmante es el papel que en todo ello juega el Servicio Nacional de Cultivo y Fermentación del Tabaco, que es, teóricamente, el brazo ejecutor de la política agraria nacional en el sector y que, hasta el momento, no se ha manifestado sobre este asunto. Quizá la razón sea que dicho organismo está dominado por los intereses de Tabacalera como consecuencia de la influencia que algunos consejeros de esta sociedad ejercen sobre el servicio y del hecho de que una elevada proporción del presupuesto de éste sea aportada por aquélla.

A todo esto, las importaciones de tabaco suponen las dos terceras partes del consumo nacional, habiendo ascendido en 1975 a unos 3.500 millones de pesetas, sin incluir cigarrillos. Ello convierte a España en uno de los primeros importadores mundiales. Mientras tanto, sin que existan razones de orden climático, edafológicó o técnico que impidan la extensión del cultivo, la superficie sigue estancada en unas 16.000 hectáreas. Téngase en cuenta que el tabaco podría convertirse en uno de los

cultivos del futuro ampliando el espectro de producciones entre las que el agricultor debe elegir y que, cada día es, más estrecho (recuérdense los problemas del trasvase Tajo-Segura, por ejemplo). Además, una hectárea de tabaco ocupa unas 1.500 horas de mano de obra al año, con lo que la extensión de su cultivo podría paliar en algunas zonas el paro agrícola que se avecina.

En definitiva, no es difícil deducir de todo lo anterior que existen intereses privados en el sector que actúan con desprecio al principio del bien común. Estos intereses son los que provocan, sin duda, la difusión de noticias alarmantes sobre la mala calidad de la producción nacional cuando es la tantas veces citada Tabacalera, SA, la responsable, en gran parte, de esa producción, con la servil aquiescencia del Servicio Nacional. Si no se toman las medidas necesarias, el cultivo desaparecerá de la Península y tendrá serios problemas en Canarias. Mientras tanto, los «avezados hombres del Oeste americano» seguirán martilleando nuestras mentes con los spots publicitarios correspondientes.

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