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El Partido Comunista será legalizado

«A lo que aspiro con la reforma política es a legitimar la lucha de los contrarios para que ésta no sea aniquilante, sino integrante. La reforma política busca una solución nacional, a través de la participación de todos los mexicanos, para que tenga una base democrática.» Estas frases, pronunciadas por el presidente mexicano, José López Portillo, durante una entrevista concedida recientemente al periódico comunista italiano L'Unitá han desatado un verdadero torrente de editoriales en los periódicos de esta capital.

Común denominador de estas opiniones de los órganos de prensa es que los partidos políticos, tales como el comunista, otros centristas o socialistas, deben ser legalizados, pero que se debe cerrar las puertas de la legalidad a los numerosos grupúsculos que no servirían sino para atomizar hasta el infinito el espectro político mexicano que, en los últimos cincuenta años, se ha mantenido bajo la tonalidad única del PRI (Partido Revolucionario Institucional), con tenues pinceladas del PAN (Partido de Acción Nacional) y del PARM (Partido Auténtico Revolucionario Mexicano).La existencia de un gran número de grupos, que no logran sino dispersar las energías sociales sin crear más que un desconcierto general, opinan los editorialistas, no es deseable ni conveniente en la perspectiva de una democracia estable, que necesita un equilibrio, imposible de imaginar con grupúsculos de toda especie.

La admisión del Partido Comunista Mexicano a los registros de partidos legales se da en cambio por hecha. El PCM acaba de celebrar con gran pompa su decimoctavo congreso nacional, en el que ha afirmado que su registro electoral es impostergable.

En su documento final, el congreso del PCM ha estimado que «la plena legalización de¡ partido de los comunistas contribuiría a una redefinición de la vida política en favor de las fuerzas democráticas y de sus partidos». El PCM, en su resolución final, se declaraba, por otra parte, en favor del registro del Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido Socialista Revolucionario y el Partido Popular Socialista Mayoritario.

En las páginas del periódico Excelsior se abogaba ayer por que el loable propósito del presidente López Portillo no se detenga en la legalización de los partidos, sino que alcance también a la participación de los partidos políticos en todos los poderes que conforman el Estado mexicano, desde los municipios hasta la federación, como única manera de lograr una verdadera democratización del Gobierno. Sería conducir al país del Gobierno de una sola clase social a un Gobierno del que formaran parte representantes de diversos partidos, que, a su vez, son expresión de diversas clases sociales.

La legalización de esos partidos haría -sigue afirmando el Excelsior-, que los antagonismos se dirimieran civilizadamente, como acontece en los países europeos y no como ha venido sucediendo en México, «donde por medio de la fuerza, la represión y el encarcelamiento, se pretende resolverlo todo». Es insoslayable la necesidad de legalizar hasta a los partidos marxistas, porque en México las ideas del socialismo científico han ganado la voluntad y mente de millones de compatriotas, sobre todo de la nueva generación y de los trabajadores intelectuales y manuales.

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