Comer con Fraga
Iba yo a comprar el pan y en esto que me encuentro a Carlos Mendo:-Que dice Fraga que quiere comer contigo. Me quedé de un aire. Yo, en principio no tengo inconveniente en comer con Fraga, con Catalina la Gande, con Mussolini o con quien haga falta. Yo estoy de escritor porque me dijeron que a los escritores siempre les invitan a comer.
Claro que a lo mejor me pasa lo que me pasó con Pío Cabanillas, que conté en esta columna su invitacion y ya no me invitó. Me perdí el lacón por dar una noticia. Espero que Fraga, como es más de derechas, soporte mejor la traición periodística porque lo que espasa es que vive uno en función de la columna. Empieza uno haciendo una de prensa para contar su vid, y acaba viviendo para la columna. Me lo dijo el doctor Marañón en el cigarral, mientras el Greco le daba los últimos toques al paisaje de Toledo, desde la terraza de don Gregorio:
-Mire usted joven, Amiel empezó un Diario, para contar su vida y acabó viviendo para el Diario.
Pues eso me pasa a mí, más o menos que al fin y al cabo soy un Amiel vallisoletano y reprimido. Vive uno pendiente de la columnita, ya digo.
-Usted, es que los ve venir me elogia el parado cuándo le cuento lo de Fraga.
Porque, efectivamente, yo había dicho aquí hace poco que cualquier día me iba a invitar Fraga a comer. Hay cosas que están en el aire. Yo nací a la vida literaria con este señor de ministro, de modo que le tengo un respeto imponente y durante el almuerzo con Fraga voy a, nadar entre las dos salsas de la lubina dos salsas, sin decir oste ni moste, que a lo mejor son palabras prohibidas por la ley de Prensa de Fraga, que fue la ley liberadora que prohibió más cosas.
Una vez, hace años, vino Luis Gordon, del Opus Dei, a soltarme su rollo, como lo ves. Yo, al día siguiente lo conté todo en un articulo, como lo ves. Volvió Luis Gordon y me dijo:
Bueno, pues ya sabe Fraga que yo todo lo lo instrumentalizo, y que en mi almuerzo con gente importante -en este caso él- voy a oir, ver y callar. Y a lo mejor escribir. Que supongo es lo que él quiere . He estado repasando la lista de gentes a quienes Fraga ha invitado a comer o cenar de modo más ostensible. Así al pronto me salen Tierno Galván y Carlos Arias. Comer con Tierno es como comer con Montesquieu y comer con Arias como comer con Franco.
Pero, Chumy Chuméz me ha dicho el otro día: -Tú te crees que eres Larra, pero tú eres Lermontov.
Y la verdad es que queda mucho más bonito. Víctor Márquez Reviriego, de Triunfo, me ha dicho una definición de mí mismo que me ha electricutado. Los de Triunfo están siempre entre la ucidez y la frigidez.
-Eres el mejor discípulo de Ruano porque no te pareces nada a Ruano.
Así que ya lo sabe son Manuel Fraga. Va usted a comer con Lermontov, con Larra, con Ruano y conmigo. Estoy lleno de multitudes interiores. Uno de ellos le dirá que sí, pero otro la traicionará y los demás lo irán contando por los cafés. Yo no soy un aparecido del Valle de los Caídos, como Arías, ni soy un intelectual reflexivo, entre Marx y Montesquieu como Tierno. Yo soy el rayo que no cesa la vida misma cuando ruge la marabunta, lo que nunca muere y, además, toda esa gente que he puesto más arriba. Le va a salir cara la cuenta de la comida don Manuel.
Si yo me metiese a político, movería más personal que muchos de los que andan en los carteles. Pero yo vivo entre los orgasmos y el endecasílabo. a mí no me va a convencer usted de nada, don Manuel. Y a todos esos otros que van conmigo y son yo mismo, tampoco. Pero pasé tanta hambre con Franco que nunca rechazo una comida, don Manuel.
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