El testimonio de la fe
Si no fuera porque uno va acostumbrándose a los despropósitos quedaría sobrecogido ante este titular de su periódico: «La planificación familiar, una conquista de las sociedades avanzadas». (Claro es que «en sí» el titular podría ser calificado de «aséptico», pero deja de serlo al ojear simplemente el contenido.)Para un cristiano (no simplemente bautizado) el titular debería decir así: «La planificación familiar, una degradación más de las sociedades corrompidas».
Tengo 58 años. Padre de nueve hijos y abuelo de cinco nietos. Desde 1947, fecha de mi matrimonio, hasta 1957, en que me independicé, mis ingresos oscilaron desdé un mínimo de 1.800 pesetas mensuales hasta un máximo de 8.000.
Hemos vivido -y seguimos viviendo- muy felices. Nadie sabe de las compensaciones de una familia numerosa. Estamos muy unidos y sería útil escribir todo lo ocurrido en estos treinta años para testimoniar «que vale la pena» sacrificarse un poco, pues las recompensas son infinitamente superiores a las renunciaciones.
Ahora parece que la sociedad ha descubierto como auténticos logros la contracepción y el divorcio, la libertad sexual, y..., ¡quién sabe! si la eutanasia.
Personalmente estoy firmemente convencido de que en España tendremos todas estas cosas y sus concomitantes. De la represión sexual hemos pasado a la obsesión sexual. Reconozcamos en todo ello una cierta inmadurez e infantilismo. Leo «pintadas» como estas: «El placer, al poder», «Homosexual, libérate», «El cuerpo de la mujer es para la mujer», «Libertad sexual»..., etcétera.
Todo esto no es más que fruto de la -lamentable- pérdida de la fe. Es doloroso, pero no por ello menos real. ¡Cuanta razón tenía Lenin al afirmar: «Si queremos destruir un país, comencemos por destruir su moral.» En fin, no es cosa de alargar más esta carta. Tan sólo dejar constancia de:
- Parece ser que España está dejando de ser realmente cristiana.
- Ser cristiano significa ante todo creer que Cristo es Dios.
- La Iglesia, fundada por Cristo, es quien custodia el «Depositum fidei».
- Basta leer el Nuevo Testamento para saber a qué atenerse.
- La pérdida de la fe lleva consigo la tergiversación en la tabla de valores, que son objetivos y no fruto de la subjetiva introspección o del relativismo ético.
- Si la sociedad va dejando de ser cristiana y es obvio que vivimos en un neo-paganismo, tarde o temprano se hundirá.
Y en cuanto a esta necia preocupación por el aumento de la población (no es lugar una simple carta para demostrar la supina irresponsabilidad que esto supone), los católicos pensamos que Dios deja en libertad a los hombres, pero, misteriosamente, sus designios se cumplen. Vulnerar sus leyes trae siempre funestas consecuencias. En 1918 murieron veinte millones de europeos como consecuencia de una simple gripe. Y un mundo en el que las guerras son permanentes y de alguna manera preparan la «tercera mundial» (bombas atómicas incluidas), parece grotesco preocuparse por el problema de la natalidad, antes de abordar el de la justa distribución de la riqueza, darnos cuenta de que explotamos mal nuestros recursos... y que en el siglo XX no hemos hecho más que «arañar» un poco la superficie de la tierra.
Valencia
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