La fantasía cotidiana
Claude Chabrol es uno de los pocos supervivientes, reales y efectivos, de ese hábil invento de André Malraux -entonces ministro de Cultura con el general De Gaulle llamado «nueva ola.» Françoise Giraud fue la autora de la denominación, que tanta fortuna periodística tuvo. (Otras malas lenguas aseguran que el hombrecito se debe a René Clair, pero no hay muchas pruebas fehacientes.)Después de dieciocho años sólo queda el recuerdo de aquella «ola». Hay -¿hubo?- una «nouvelle vague» de izquierda y otra de derecha, referidas a ambas márgenes del Sena. Si la primera presenta el indudable liderazgo de Resnais -junto a Colpi y Agnés Varda-, la segunda incluía al primer Godard, a Truffaut y, desde luego, a Chabrol. El fue el primero que pudo dar el gran salto desde la crítica en los míticos Cahiers de Cinéma de finales de los cincuenta y la práctica profesional, con El bello Sergio, ya en 1958. A diferencia de sus compañeros de generación, su carrera es increíblemente desigual, y no sólo en términos estéticos, sino por su afición a rodar productos de consumo, descaradarnente comerciales, incluso, como El tigre se perfuma con dinamita o Marie Chantal contra el docior Kha. Chabrol ha actuado con arreglo al modelo americano -con una especial veneración a Hithcock y Lang, entre otros-, que exige una cierta sumisión a los productores y a las exigencias del mercado.
Alicia o la última fuga (Alice ou la fugue d'un rétour)
Dirigida por Claude Chabrol.Interpretada por Siffla Kristell, Charles Vanel y Antoine Dussollier. Estreno en V. O. en Galileo.
Como tantos colegas sometidos a una situación análoga, su filmografía es fluctuante e irregular, con obras sublimes, Landrú, Ofelia, el episodio de Las mayores estafas del mundo, La mujer infiel, El carnicero, Al atardecer.. y bodrios infames, que es mejor condenar al olvido.
Alicia o la última fuga contiene alguno de sus elementos habituales, pero destaca por su carácter decididamente fantástico, con unas mínimas coartadas realistas y una vinculación muy clara con los relatos góticos de origen anglosajón. La historia de un tiempo distendido, a medias entre la imaginación y la crónica inventada, con una Alicia cuyo nombre no es inocente, aunque no haya espejos, pero sí otro mundo paralelo, pegado al tangible y normal , es un ejemplo de inserción de lo cotidiano en una historia irreal, absolutamente inventada. Estamos ante una parábola infernal, con un engañoso aspecto tranquilizante, una paradójica mezcla de Lewis Carrol y el marqués de Sade, con el rostro inocente e inexpresivo de Silvia Kristel, deseosa de olvidar sus Enmanuelles e incapaz de renunciar a los exhibicionismos que la han asentado como estrella internacional.
Chabrol reencuentra con esta historia sardónica y sombría su mejor pulso narrativo y una frescura estilística que permite alinear esta Alicia entre sus mejores trabajos.
Babelia
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