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Entrevista:

La industria francesa quiere que España se incorpore a la Comunidad Económica Europea

La reciente reunión de información, el miércoles pasado, entre el grupo de responsables económicos españoles, dirigidos por el subsecretario de Industria, Rafael Orbe, y 150 jefes de empresa franceses, planteó sin tapujos el «deterioro» de los intercambios franco-españoles. Los franceses se preocupan seriamente porque España, rompiendo la tradición, vende más de lo que compra a su país. Nuestro corresponsal en París. Feliciano Fidalgo, dialogó sobre este tema con José Bidegaín, uno de los líderes más significativos del patronato francés. Director general de una de las industrias francesas de calzado más importantes, el señor Bidegain, 52 años, es presidente de la Comisión de la Expansión en el Extranjero del CNPF (la patronal francesa) y sus ideas progresistas han hecho de él uno de los interlocutores más lúcidos del mundo económico galo.

Después de la visita de los responsables económicos españoles para estudiar la cuestión de los intercambios hispano- franceses, que tienden a aventajar la balanza española se habló de un posible deterioro de relaciones entre los dos países. Los españoles incluso pronunciaron las palabras «alarmismo» o «chauvinismo» para interpretar su actitud. ¿Qué piensa usted?

J. Bidegain. El contacto del otro día fue fructuoso para los dos países. Nos hemos conocido mejor y hemos proyectado vernos regularmente representantes del patronato francés y de los empresarios españoles. Nuestra preocupación es cierta, porque el déficit francés, en los intercambios con España, crece de mes en mes: El verdadero problema consiste en que España rechaza la entrada de productos franceses.

E. P. La semana próxima vendrá a Paris el ministro español de Comercio y uno de los problemas que parece va a tratar es el de las exportaciones de acero.

J. B. En efecto, este es uno de los problemas pendientes. En este sector, la problemática es europea. El precio del acero español es muy bajo y todo esto se agrava debido a la crisis francesa (van a quedar sin trabajo, en el ramo, alrededor de 40.000 personas. en los dos o tres años próximos). Francia en este sector, tomará medidas que permitan una evolución más armoniosa.

E. P. Para frenar el desequilibrio de la balanza franco-española ustedes preconizan la entrada rápida de España en la CEE. ¿Cuáles serían las repercusiones en el plano industrial?

J.B. A Francia concretamente, la adhesión española le facilitaría las ventas de sus productos en España y. en mi opinión, las inversiones mutuas se desarrollarían más.

E. P. Sin embargo los agricultores del Sur continúan afirmando que la entrada de España «reventaría el Mercado Común». Y usted sabe que hombres políticos como los señores Chirac y Mitterrand manifiestan también reticencias ante la eventualidad de una adhesión más o menos rápida.

J. B. En primer lugar el punto de vista de los industriales es cierto que no coincide con el político. Nosotros insistimos en que lo inadmisible es que España siga operando con el acuerdo que firmó en 1.970 con la CEE, completamente superado ya que le ofrece ventajas y no le ciñe a obligaciones. Lo mejor para todos es aprovechar plenamente el mercado de 35 millones que representa España con sus ventajas e inconvenientes. En la agricultura francesa yo no entiendo que la adhesión española produjera efectos más graves que los actuales. Naturalmente, antes de ingresar, España debiera tomar un plazo que, como máximo, no puede ir más allá de los cinco años.

E. P. En otro orden de cosas: ¿cómo ve el patronato francés esta construcción europea «bloqueada», como se repite un día y otro?

J. B. Para nosotros Europa es esencial, y el patronato francés enfoca el desarrollo comunitario a partir de tres ideas básicas. Primera: Francia ha llegado a un nivel de desarrollo tal, que la vida de las empresas necesita de un espacio económico continental, es decir, europeo. Segunda: la Comunidad es el conjunto económico mundial más abierto (más que EE UU, que Japón y que los países del Este). Lo que no es posible es que continuemos bajando nuestras fronteras, mientras los demás se protegen. Tercera: es necesario un poder político. No se puede continuar la expansión económica sin un cierto: poder político que ocupe el mismo espacio. Al menos, son necesarias una política económica y moneda comunes. En este aspecto, la elección del Parlamento Europeo por sufragio universal constituye un paso. En fin, por todo lo expuesto, el desarrollo comunitario es una necesidad absoluta.

E. P. ¿Cómo ve usted la evolución de la crisis económica francesa, después del llamado «Plan Barre bis»?.

J. B. En materia de inflación, a finales de año, se habrá obtenido algún resultado. Pero esto será a costa del aumento importante del paro obrero. El crecimiento será del dos o 3 % y, en conjunto, es posible que la situación sea un poco más sana. Pero el gran problema lo constituye la incertidumbre política, que está bloqueando todas las iniciativas, no entre los jefes de empresa, sino en la Administración, en los ministerios. Todo el mundo espera a ver lo que va a pasar.

La mayoría debe organizarse

E. P. ¿Cree usted que la mayoría gubernamental llegará al final de la legislatura?

J. B. Si la mayoría termina con sus divergencias y se organiza, puede evitar las elecciones anticipadas y también puede ganarlas. Por el contrario, de no ser así, habrá elecciones antes del 78 y las perderá.

E P. Algunos piensan que, en caso de victoria legislativa de las izquierdas, no faltarían «provocaciones» como la fuga de capitales. ¿Puede decir algo al respecto?

J. B. No creo en eso. En las democracias modernas, dos meses antes de la celebración de unas elecciones ya se sabe quién va a ganar, con gran aproximación al menos. Y los capitales se van de antemano, es decir, en Francia ya se están expatriando.

E. P. ¿Cuál es su opinión sobre la valoración que hizo el otro día el Partido Comunista del «Programa Común»?

J. B. Si la izquierda aplicara este programa, tal como lo cifró el PCF. Francia tendría que cerrar las fronteras al día siguiente. Pero es timo que la izquierda puede aplicar otra política distinta de la que anunciaron los comunistas.

Estamos entrando en la crisis económica

E. P. Después de la cumbre de Londres, días pasados, en la que los grandes países industrializados intentaron concertarse, ¿considera usted que Occidente podría empezar a superar la crisis económica?

J. B. Nada de eso. Estamos aún en la antesala de la crisis. La verdadera crisis empezará cuando el crecimiento oscile entre el uno y el 2 %. Esta limitación será forzada por la falta de energía.

E. P. ¿Es una crisis más o una crisis de estructuras?

J B. Sin duda, es una crisis de estructuras económicas. Todo el funcionamiento de Occidente estaba basado en el precio bajo de las materias primas, y esto acabó.

E. P. A su juicio, ¿será capaz el sistema-capitalista de la reforma necesaria de las estructuras?

J. B. Lo que yo temo es que, cada día más, nos dediquemos a exportar parados, es decir, al proteccionismo. Un índice viene de la cumbre de Londres, en donde los reunidos no explicaron claramente cómo han organizado el mercado internacional. Hay que ir mucho más lejos. Quiero decir que seria necesario una especie de «Plan Marshall» para el Tercer Mundo. ¿Será capaz el capitalismo de superarse? Yo creo que seria conveniente mantener lo que el capitalismo tiene de positivo, es decir, la libertad de iniciativa y una cierta competencia. Pero habría que reglamentar el comercio con leyes anti trust, y esto, a nivel mundial. Lo grave es que el poder político, en el mundo, no se ha desarrollado con la misma velocidad y con igual amplitud que las multinacionales. Por esto yo soy pesimista de cara al futuro.

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