El "error vasco"

AYER EL País Vasco se lanzó a las calles en una jornada pro amnistía total, anunciada con antelación y prologada por conversaciones entre representantes de partidos abertzales y el presidente Suárez, en la búsqueda de la excarcelación de los presos políticos vascos y -también- del resto del centenar largo de políticos de todo el Estado español que aún cumplen condenas.Una vez más la medrosidad política se ha sumado a la imprevisión de los responsables del orden público. El balance de urgencia de la jornada de ayer en el País Vasco arroja ya un muerto y seis heridos (dos de ellos muy graves), por efecto de las balas disparadas por la fuerza pública. Y, a tan lamentable saldo, habrá que sumar el notable nivel de indignación popular que se ha vuelto a despertar en Euskalerría.

Aplazar las soluciones jamás fue un método inteligente. Algún acólito del franquismo -y en vida del general- hablaba con tintes de elogio de las dos carpetas que Francisco Franco tenía sobre su mesa de trabajo: la de los problemas que el tiempo resolverá y la de los problemas que el tiempo resolvió. A casi dos años de la muerte del general parece como si tan inane filosofía perviviera.

Y el cúmulo de problemas arrostrados largamente por el País Vasco siguen esencialmente en pie. Parece como si con la despenalización de la ikurriña la Administración actual tuviera por resueltos los problemas de Euskalerría. Craso error. Lo que el País Vasco esperaba como prenda de tranquilidad, pacificación y voluntad de discusión libre de todos los problemas planteados era la liberación de aquellos que permanecen en prisiones por haber cometido delitos de intencionalidad política.

Hoy no cabe hablar de provocaciones. Sencillamente hay que escribir que el Poder ha sido torpe con el País Vasco, que lo sigue siendo y que -tal como se conoce a las personas- seguirá siéndolo. El problema vasco no se entiende desde la Moncloa; y diríamos más: el problema catalán no se entiende mejor, lo que ocurre es que el seny catalán no da pie para aparecer en las primeras de los periódicos con la gravedad tipográfica del sentimiento vasco.

El caso que una vez más y con la amargura de quien no tiene ganas de recurrir nuevamente a unas estadísticas repetidas y gastadas, debe repetirse aquí el recuerdo de que la revolución de los claveles portuguesa tuvo un costo humano mínimo y que el mayo francés deparó la única víctima de un señor que se cayó del árbol en el que estaba encaramado.

Empero, la transición española de la autocracia a la democracia está deparando, entre provocaciones criminales y errores políticos, un saldo de sangre que este país no se merece.