_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El papel del centro

Secretario General del Partido PopularEs posible que la afirmación de ser de centro sea insuficiente. Que el concepto centro sea ambiguo. Tan insuficiente y tan ambiguo como ser de derecha o de izquierda. Pero lo que estas palabras tienen de ambigüedad o de imprecisión lo tienen, en cambio, de valor descriptivo y de sentido práctico.

Estos términos se refieren lógicamente más a posición que a ideología. Negar por ello que un partido de centro, derecha o izquierda tenga, además de una ubicación en el espectro político, una ideología, es atender sólo a su colocación respecto de los demás, sin pararse a analizar su contenido.

El error puede producirse por el hecho de que no siempre son las mismas ideologías las que han ocupado el sector central en una sociedad. Pero eso es absolutamente natural y responde a las variaciones de esa misma sociedad. El liberalismo, que fue la izquierda en la primera mitad del siglo XIX, pasó al centro empujado por el socialismo en la segunda mitad de ese siglo, y el socialismo ha sido casi trasladado a ser el centro en algunos países por el impulso del comunismo.

Lo que es el centro aquí y ahora, en este momento de la vida política española, es claro. No es el centro el socialismo, aunque podría llegar a estar en él si se transforma y abandona el dogmatismo marxista, como ha sucedido en Alemania; ni naturalmente lo que queda a su izquierda: comunismos y radicalismos de diversa índole. No es el centro el conservadurismo continuista, aunque un sector de él podrá llegar a estar en él si se aleja de posturas autoritarias y asume inequívocamente las reglas de una democracia; ni desde luego, las posiciones totalitarias de derecha. Están, en cambio, en el centro: los democristi anos, liberales, socialdemócratas, independientes y, en general, cuantos no militan en uno de esos dos grandes sectores antes descritos, tanto estén en el Gobierno como fuera del Gobierno. Todos ellos son el centro y el ideal es que presenten una propuesta única al electorado. A ese ideal responde la coalición electoral Centro Democrático, que agrupa a un alto número de partidos de ese carácter, nacionales y regionales, que representan la casi totalidad de ese sector con la única excepción del Equipo de la DC, que ha preferido actuar con independencia.

Un posible equilibrio

Las posiciones de centro tienen, y no sólo en el campo político, un factor componedor que no conviene olvidar. El centro es sinónimo de equilibrio, está equidistante de la derecha y la izquierda, aunque cercano a cada una de ellas; coincide en unos aspectos con lo que queda a un lado y en otros con lo que queda al contrario. Es, no sólo un medio de relacionar lo que se encuentra en su seno con lo que queda fuera de él, sino a estos mismos sectores entre sí.

En la situación política de hoy conviene no olvidar de dónde venimos y a dónde vamos. Venimos de una sociedad que se dividió dramáticamente en dos bandos y que, como consecuencia, con enorme sacrificio de vidas y bienes, se enfrentó con el resultado de que uno de los contendientes impuso su ley y su criterio al otro. Pero lo que no logró, obviamente, fue que éste desapareciera. Sin embargo, sucedió durante casi medio siglo algo muy importante. Cambió la población, la forma de vida y la situación económica y cultural del país.

Y vamos, por consecuencia de ese cambio, con esa nueva sociedad y estructura, a la iniciación de un período de convivencia de todas esas gentes nuevas.

En esta situación nos parece que el papel del centro es decisivo. Y el centro no es un punto geométrico, sino una enorme realidad; afortunadamente, un gran sector del país está, por una solución intermedia cree que hay que evitar la polarización, siempre peligrosa, entre nosotros, como enseña nuestra historia.

Nuestra sociedad tiene unos sectores que mantienen una línea de absoluta drdancia con la realidad de la que venimos. La crítica a estos últimos cuarenta años es acerba, implacable y muchas veces injusta. Pretenden que España se convierta en una sociedad marxista, plurinacional y que se vuelque en el juicio del pasado.

El retorno del pasado

Mientras tanto, otros sectores echan de menos ese pasado reciente en el que ven sólo ventajas, sin darse cuenta de su parcialidad o de la capacidad de discriminación y privilegio que originó.

Esos dos sectores solos son de difícil convivencia. Y, sin embargo, lo que hay que lograr es que convivan. Abandonados a sus fuerzas, tradicionalmente centrífugas, conducen a la radicalización y al enfrentamiento y, por consecuencia, a la creación de un gran vacío central que en ocasiones, en nuestra historia, se ha convertido en un abismo en el que se han terminado precipitando los unos y los otros con daño de todos.

El papel del centro es evitarlo. Es llenar ese vacío. Es convertir ese abismo en llanura transitable, por la que caminen también los hombres de la izquierda y la derecha. En un principio ese centro no agrada ni a la derecha ni a la izquierda, porque coincide con ellos en lo más válido de sus posturas y descubre, en cambio, lo que éstas tienen de exageración. Como consecuencia pueden correr el riesgo, las posiciones no céntricas, de ponerse de acuerdo en destruir lo, con lo que se colocan en el irrazonable peligro de ganar o perder plenamente, con la consiguiente destrucción, temporal, del sector contrario y, como es natural, con la creación del resentimiento preciso para provocar la reacción en el momento posible. Porque la Historia es larga y espera.

Una opción que no amenaza

El centro tiene, en cambio, la ventaja de que, aunque no les agrade, no les intranquiliza. El centro no supone la aniquilación ni de la derecha ni de la izquierda, sino la invitación al coloquio, al diálogo o a la transacción. A no lograr la victoria completa, que supone, naturalmente, no temer la derrota completa. Su presencia supone el esfuerzo de convivir los que no son iguales; sencillamente de admitir la realidad y organizarla. No de manera perfecta y absolutamente pacífica, sino con polémicas soportables, con modificaciones y renuncias, pero sin poner en riesgo ni la existencia de ningún sector ni la posibilidad de trabajar y convivir en el país en el que todos hemos nacido.

El papel del centro en un período de transición como en el que estamos es más necesario que nunca. Porque la facultad de reconciliación directa de los herederos de los que ganaron con los que perdieron es limitada. Hay, sin embargo, un gran sector que no se considera ni vencedor ni vencido, que no tiene revanchas pendientes ni victorias que explotar, Está hecho de gente nueva, nacida o renovada más tarde. De gente moderada, transigente, comprensiva de las demandas de esta nueva sociedad y que no intenta juzgar, vengar ni mantener el pasado, sino construir un futuro para todos. En el que caben todos los hombres, cualquiera que sea su ideología, que con buena voluntad estén dispuestos a respetar la ley y a cambiarla ordenadamente, cuando sea preciso y el pueblo lo demande.

El papel de ese centro es salvarse no sólo él, sino también a la derecha y a la izquierda, para una actuación democrática; en la que todas las idea! se puedan decir, no chillar; en la que todos los hombres tengan esperanza y todas las posturas políticas la posibilidad de llegar a influir en el Poder, desde el Gobierno o desde la Oposición; en la que la primera derrota no suponga ni la aniquilación ni la imposibilidad de lograr más tarde una victoria; y en que la seguridad de la reversibilidad del Poder y del respeto de las minorías, cualquiera que sea su signo, sea la garantía del futuro.

¿Acabaremos todos de acuerdo?

Y, finalmente, el supremo papel del centro es hacer que las posiciones extremas se acerquen hasta que todo el país, o una mayoría, sea centro. Es decir, que el sector socialista se modere de manera que, sin detrimento de su ideología, sea ésta cada vez más democrática, y que prevalezcan dentro de ese sector los hombres, que los hay, de talante más centrado y transaccional. Y que el sector conservador o continuista se transforme de manera que, sin detrimento tampoco de sus ideas, sea cada vez menos autoritario y más moderno, y prevalezcan también los hombres, que los hay, con mayor vocación de centro y de diálogo.

Cuando eso se alcance, como lo han logrado algunos países en que han desaparecido los extremos, y casi todo el espectro político es del centro, como Inglaterra, con conservadores y laboristas, Alemania, con socialdemócratas y democristianos, o Estados Unidos, con republicanos y demócratas, donde no hay ni polarización ni enfrentamientos, sino pura competencia dentro de soluciones centradas y moderadas, habremos alcanzado esa deseada estabilidad política que ponga fin a los enfrentamientos y a las aventuras, y será posible que la mayoría del pueblo se acueste la víspera de unas elecciones generales pensando que, cualquiera que sea su resultado, nadie se juega ni la existencia, ni la libertad, ni la tranquilidad. Que ese es el gran éxito de un verdadero sistema derpocrático.

En ese momento será lógico lo que hoy sería un grave riesgo. Que ese extenso sector central del país se divida por puras ideologías; hoy, mientras estén en presencia posiciones más extremas y excluyentes, aquéllas tienen que estar unidas para garantizar ante todo la democracia y la convivencia en paz de todos los españoles.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_