La DC italiana consultará con el PCI
La dirección de la Democracia Cristiana decidió ayer negociar un programa económico con los partidos que, absteniéndose, dan vida al Gobierno Andreotti. Implícitamente estará obligada, pues, a tratar con el Partido Comunista.La Democracia Cristiana no llegó de forma pacífica y unánime a esta decisión. Sondeando al propio partido, su presidente Aldo Moro habló el 6 de abril en Florencia de las «posibles convergencias de proyectos políticos, más necesarias y más amplias». En Mantua, el pasado día 2 corrigió sus frases hablando de «razonables acuerdos sobre las cosas» a la búsqueda de «programas concertados», sin «llegar a alianzas políticas globales para las cuales no existirían las condiciones».
Esta línea política de Moro ha encontrado sobre todo la oposición declarada del ministro de Industria, Carlo Donat Cattin, para quien concertar un programa de Gobierno significa una alianza; si se cede un poco, se camina hacia el «compromiso histórico», que es la táctica perseguida por Berlinguer. Fanfani piensa que el objetivo debe ser siempre formar un Gobierno sostenido por una mayoría democrática sólida, pero respetando las decisiones del congreso del partido y los compromisos con el Parlamento. Lo que le preocupa a Fanfani es que la colaboración con los comunistas «debilitaría la solidaridad internacional» de Italia con sus aliados de la OTAN y con los de la CEE.
De la decisión democristiana se deduce que, ante la alternativa de elecciones anticipadas o de pasar a la oposición, el partido de la mayoría relativa ha elegido la vía gradual.
Las reacciones de los demás partidos han sido inmediatas. Las conversaciones sobre el programa comenzarán a mediados de la semana próxima. En esta fase transitoria se formará un Gobierno todavía monocolor democristiano, sin una mayoría verdadera y propia. A los socialistas el calendario les parece lento y se muestran inquietos y exigentes; su diario, Avanti, pedía ayer una mayoría establecida de antemano con un programa claro. Republicanos, socialdemócratas y liberales juzgan desilusionadora la política democristiana, pero sin ver otras opciones.
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