La crisis económica, eje de la campaña electoral belga
La campaña electoral belga termina con un tono de lucha lingüística, protagonizado por el Ayuntamiento flamenco de Overijse, que prohibe la publicidad electoral en francés, y con un punto común en todos los partidos políticos: la promesa de reactivar la economía y restablecer el pleno empleo.Como todos los países europeos, Bélgica sufre las consecuencias de la crisis económica. Se calcula que unas 360:000 personas se encuentran en paro. Los efectos de la crisis son sensibles en todos los niveles. No es de extrañar, que las formaciones políticas sin exclusión pronietan mejores días para después de la consulta electoral del dofningo 17 de abril.
El Gobierno saliente -que todavía no ha dimitido y espera el resultado electoral para tomar postura- cuenta con la mala imagen de una coalición de «derechas», controlada por los socialcristianos flamencos, apoyada por sus colegas francófonos, y los liberales.
Tiene en su pasivo electoral la mala reputación de haber aumentado considerable ni entre los impuestos indirectos a pocas semanas de la crisis gubernamental, que provoca la anticipación de las actuales elecciones. No por ello deja de prometer una política social más justa cara al futuro y la creación de nuevos puestos de trabajo, principalmente para losjóvenes.
Los socialistas, actualmente en la oposición, anuncian la creación e 100.000 nuevos puestos de trabajo en su «programa de Gobierno». Acompañan sus propósitos de una serie de medidas prácticas para activar el empleo, como la reducción de la semana laboral.
Los comunistas, minoritarios en la vida pública belga, van más lejos aún, prometiendo a los trabajadores una semana laboral de 36 horas, sin pérd¡da de salario y el retiro a los sesenta años para los hombres y a los 55 para las mujeres.
Los sindicatos, en sus dos versiones socialista (FGTB) o socialcristiana (CSC), se alinean junto a sus respectivos partidos ideológicos. Pueden verse desbordados, sin embargo, por movimientos obreros más radicalizados, de signo cristiano o marxista, que reclaman «todo el poder para los trabajadores».
Es evidente que la crisis jugará un papel importante en las urnas. Los partidos de la derecha, como los liberales, parecen conscientes de ello. Así basan parte de su campana electoral en una prorriesa de «lucha contra la marea roja y el colectivismo».
¿En qué medida podrán cumplir sus promesas electorales de reactivación económica, sean cuales fueren los ganadores de las elecciones del 17 de abril? El ciudadano belga no parece hacerse grandes ilusiones al respecto. Sabe que la situación económica es delicada y que su desenlace no depende de ningún «milagro electoral».
Es probable que, de cumplirse las previsiones de voto con aumento de influencia socialista en Valonia y sociaferistiana en Flandes, haya que recurrir a la fórmula tradicional de un «Gobierno de salvación nacional», que uniría a socialcristianos y socialistas.
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