Erotismo y religión
Viridiana es la primera película rodada en España por Luis Buñuel, desde su obligado exilio en 1939. Gracias a los esfuerzos de muchos admiradores aceptó venir a su país en 1960 —lo cual fue interpretado por muchos republicanos ortodoxos como una auténtica traición— y, casi en total libertad creadora, acometió esta magnífica realización, encuadrada cronológicamente entre La joven y El ángel exterminador, otras dos obras maestras absolutas, aunque esté más próxima a Nazarín, cuya temática prosigue. Esta Viridiana, premiada en Cannes y prohibida ferozmente en España, mejor dicho, totalmente erradicada de los catálogos, anuarios y publicaciones oficiales, no ha tenido existencia hasta ahora, y constituye uno de los ejemplos más patéticos del absoluto desprecio del poder hacia los creadores, cuya obra se puede perseguir y proscribir impunemente, aunque el tiempo siempre restablezca el orden atacado, con dieciséis o doscientos años de espera. Al margen de estas vicisitudes involuntarias, es preciso afirmar que Viridiana —sean cuales sean sus propietarios, que éste es un asunto legal todavía oscuro, debatido entre los supervivientes de los productores españoles y Gustavo Alatriste, el productor mexicano— es una obra espléndida, uno de los mejores filmes, si no el mejor que se hayan hecho nunca en España. Aunque la comisión sindical correspondiente no consideró suficiente sus méritos para el Festival de Cannes, Viridiana es un ejemplo clásico de la capacidad expresiva de Buñuel, perfecta adecuación de un sistema estético, con unas intenciones ideológicas muy claras. El núcleo de la obra es ya conocido: un viejo abraza a una joven dormida, incapaz de resistirse a sus deseos. Esta turbia relación entre el viejo dominador y la mujer sumisa es una constante básica en la filmografía buñueliana —no la única, por supuesto—, perceptible en la mayoría de sus películas, incluso en la última, y todavía inédita, Oscuro objeto de deseo.
Viridiana, película española producida por Uninci, Fims 59
(Pedro Portabella) y Gustavo Alatriste. Productor ejecutivo Gustavo Quintana. Guión: Luis Buñuel y Julio Alejandro. Dirección: Luis Buñuel. Fotografía: José Aguayo. Montaje: Pedro del Rer. Intérpretes: Silvia Pinal, Francisco Rabal, Fernando Rey, Margarita Lozano, José Calvo, Lola Gaos. Estreno en Roxy A.
Sobre este núcleo erótico se articula un discurso fílmico muy inteligente, repleto de resonancias surrealistas, iluminado por la ironía socarrona y humorística de Luis Buñuel, capaz de dar vuelta a los mensajes moralizantes y a las ideas reaccionarias para fabricar un impecable itinerario vital que muestra la imposibilidad de vivir de acuerdo con un sistema religioso inadecuado. (En 1961, el critico de L'Osservatore Romano se asustó de lo que consideró contenido blasfemo de Viridiana, pero hoy, hasta los mismos teólogos oficial están de acuerdo con el lúcido análisis de Buñuel sobre la prioridad de la autenticidad religiosa sobre las fórmulas litúrgicas vacías.) Viridiana es, para entendernos, una monja sin vocación, que se refugia en el convento para huir del mundo, llena de complejos de culpabilidad y miedo a los hombres. Su intento de construirse un falansterio particular, en el que practicar un concepto evanescente de la caridad, tropezará con los obstáculos de una realidad fuera de sus deseos. El final de la película, dictado por la censura de la época —que nunca estuvo más feliz— es un ejemplo antológico de sutileza, ironía y humanismo celtibérico.
No sé si Viridiana es una película blasfema, pero sí irreverente, ferozmente crítica y violenta sobre la religión católica de 1961. Desde entonces ha cambiado mucho esta religión y sus creyentes. La actitud religiosa no es ya, automáticamente, sinónimo de reaccionarismo, como demuestra el ejemplo palpable de muchos cristianos, y hasta de los mismos textos oficiales, empeñados en una transformación directa de la realidad. Buñuel nos ofrece en esta obra uno de sus mejores relatos morales, directamente enviscado como la mejor tradición artística de España.
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