El caótico mundo de un poeta

Si algún valor posee en si la reseña de un libro, este reside, sin duda, en la capacidad de incitación al, a veces productivo, oficio de leer. Si se trata de un libro de poesía puede considerarse un trabajo en la mayoría de los casos improductivo, o una ingenuidad manifiesta del reseñista que no hace sino, en suma, comentar lo leído. Habrá que echar la culpa al poeta, si es que alguien debe tenerla, del escaso poder adquisitivo de su mercancia, porque se trata de un artículo dé bajo consumo, y esto resulta evidente, bien por defecto de fábrica o por su deficiente manufactura, por no echar la culpa a los intermediarios, o tal vez porque las modas cambiaron, si es que alguna vez existieron.Pasó la época en que vendíamos nuestros productos impresos a Suramérica, y entonces resultaba de prestigio que un poeta imprimiera fuera de España. El supermercado del libro en castellano va perdiendo progresivamente su concepción creativa y surgen cada año cientos de nuevos títulos de ensayo -haga usted traducciones-, estudios, comentarios críticos, teorías más o menos avanzadas o reediciones de monstruos sagrados. En creación literaria vivimos el boom de la prosa y mejor mientras más científica.

Y es que el libro tiene también su corazón de petróleo y lo que hoy se compra es lo que hoy se fabrica según las leyes económicas. Nuestros poetas han de publicar ahora en América. y no precisamente por cuestión de prestigio.

Pero uno tiene aún sus amigos, y un libro me llega de la Universidad Veracruzana. Su autor, Jesus Fernández Palacios, un andaluz que vive y escribe en la ciudad de Cádiz. Poemas anuales es un libro enormemente duro, difícil y apasionante. Producto de una arrolladora vitalidad y un extraño refleja a cada verso y en cada poema la angustiosa visión de un mundo caótico por un poeta al cuál no pretendo situar ahora en los niveles valorativos de nuestra cultura y que exige ser conocido más ampliamente. El proceso debería ser simple: «Léalo usted y dígame si me equivoco.» En este caso, la formulación es imposible, a no ser que se remita usted a México.

Por otra parte, hay algo en este tipo de poesía que hace trascender las simples barreras geográficas y que explica de un modo menos lógico la distancia con el lugar de impresión. La violencia de sus imágenes poco tienen que ver con la poesía de nuestras serenadas herencias inmediatamente anteriores. Hay mucho de surrealismo francés importado de la mano del también poeta gaditano Carlos Edmundo de Ory, residente en Amiens, desde Dios sabe cuando. Se observan algunos rasgos de los autores más inspirados de las vanguardias europeas de primera mitad de siglo, mucho del mecanicismo automático y, sobre todo, diría yo, la profunda influencia de la generación Beat americana.

El tremendismo contracultural y la continua experimentación con el hombre, su historia y sus sentidos, las diversas problemáticas de nuestro siglo contempladas desde un entorno sociogeográfico concreto y en una penetrante visión crítica, constituyen los eones fundamentales de esta obra. De aquí su universalismo y su explicable pertenencia al reducto del silencio.

Y España no está por ello menos presente en el libro. Yo diría que al contrario. Unicamente que no se trata de un poeta marcadamente geográfico, sino que trasciende a toda una problemática de la que todos podemos hacernos partícipes de un modo u otro. Andalucía es entonces ese entorno no especificado por el que muchas cosas se explican huyendo tópicos y acercándose a la realidad difícil, que le rodea hasta hacérnosla desde el punto de vista humano. El hombre, vuelvo a repetirlo, es el centro de estos Poemas anuales, como lo es de toda la producción que de Fernández Palacios conozco, el hombre y la situación límite, un expresionismo pintado a base de fuertes brochazos de sensibilidad que me han impresionado profundamente.