Las llamas de Enrique Badosa

Enrique Badosa, barcelonés nacido en 1927, poeta y periodista de larga andadura, acaba de publicar sus últimos poemas, Dad este escrito a las llamas -el título es un verso de un romance del cielo cidiano-, en los que aparentemente se aparta de su anterior lirismo intimista. Ya en sus anteriores salidas -En román paladino, Historias de Venecia- apuntaba un cierto acercamiento a la llamada poesía social, cultivada por parte de sus coetáneos, y que Badosa había rehuido hasta entonces. Pero es en este su postrer título donde Badosa desciende hasta la calle para.regalar a sus lectores con unos versos irónicos, sarcásticos, mordaces incluso, aunque sin abandonarjamás la profunda vena lírica, esa especie de nostalgia herida que trasciende toda su personalidad. Por más que fustigue duramente, con desgarro a veces, al triunfador («Hábil en recetas / de trapacerías / sutil en sobornos / y docto en las propinas / ¡Oh, cómo te aplaudes y te glorificas!»), al falso revolucionario («Pides revoluciones / contra burgueses / desde las burguesías / que tú cometes»), al vacuo («iluso de quinielas de catorce») y a otros muchos ilustres fenotipos de la ,fauna y la flora que nos rodea.Badosa, catalán de estirpe, versifica, sin embargo, en castellano con una perfección qde para sí quisieran muchos nacidos en el corazón de la meseta. Como otros muchos catalanes de su generación. -"cierto que nunca entramos en combate / pero el combate entró por nuestra puerta / nos enseñó feroz caligrafía / y nos quemó los libros de la escuela »-, a él también le robaron insensiblemente su pro pia lenguade lo que tristemente se queja. Pero aún expresándose her mosamente en castellano, el hu mus de donde se alimenta su poesía es profundamente catalán y posee ilustres antecedentes entre los satíricos del Principado ya desde el siglo XV, tales como Jaurne Roig o Frederic Soler.

Importante, pues, este escrito que el poeta, como queriendo ahuyentar viejos fantasmas, manda que se entregue al fuego purificador. Importante e insólito en una literatura que parece haber olvidado que aquí nacieron y escribieron Mingo Revulgo, Quevedo y Torres Villarroel, Pol ejemplo. Un «libro de ideas», no «de ideologías», como acertadamente ha comentado Esteban, Padrós, donde se manifiesta en todo su esplendor que «el único camino del intelectual es la libertad de pensamiento y de elección» y donde luce la férrea independencia de Badosa.

Hay, además, en Dad este escrito a las llamas un matiz muy sentido por los hombres que tienen aproximadamente la misma edad que el poeta: la común condición de niños de la guerra, de quienes no tenían edad para empuñar las armas, pero que sufrieron las terribles consecuencias de aquel feroz enfrentamiento con una dureza no inferior a como las padecieron sus padres, sus hermanos mayores:

«Nuestra niñez se guarda -paraíso vedado por fusiles de revuelta- bajo una cruz de campo de batalla / en un rincón del antes de la guerra », dice uno de los más emotivos versos de Badosa.