Suspenso en sindicalismo
Hace pocos días invitaba desde estas páginas al Gobierno Suárez a que hiciera ejercicios de humildad, se convenciera de que es un Gobierno de transición, y se dejara de veleidades de futuro. Consecuentemente con ello, le pedía que no dilatara más la convocatoria del Pleno de las Cortes para aprobar o rechazar la ley de Asociación Sindical, que a estas alturas lleva casi dos meses varada en el palacio de la carrera de San, Jerónimo.El Gobierno no me ha hecho caso, a pesar de que la Cuaresma es tiempo de humildad y moderación para los cristianos, y nos ha largado un decreto-ley sobre Relaciones Laborales que mecanografiado ocupa nada menos que treinta folios, con 45 artículos, cuatro disposiciones finales, dos adicionales y cuatro transitorias.
Confío en que ninguno de mis lectores habituales se sorprenda de que el Gobierno Suárez no tome en cuenta, en esta ocasión, mis opiniones laborales y sindicales, pues si algo claro hay en mis artículos, es que no estoy contra el Gobierno porque sí, sin razones. Hoy el Gobierno acaba de equivocarse una vez más, y por ello, con la hospitalidad de este periódico independiente, lo digo.
En materia laboral y sindical el Gobierno Suárez ha. logrado lo que parecía imposible, la cuadratura del círculo. Ha logrado elaborar un texto legal, el decreto-ley sobre Relaciones Laborales, para en él regular la huelga y la negociación colectiva, entre otros temas, sin utilizar en su texto ni una sola vez la palabra sindicato, es decir, sin la más mínima referencia ni a lo que en la calle se llaman centrales sindicales y en el Gobierno, asociaciones sindicales. Por imposible que parezca así es, y quien lo dude, que se lea el Boletín Oficial del Estado.
Semejante proceder gubernamental no tiene ningún mérito, porque no es meritorio, sino censurable, e incluso denunciable, que un Gobierno, en este caso el Gobierno Suárez, se encierre en el palacio de la Moncloa para allí gestar y parir, en forma de decreto-ley, ideas laborales (sindicales no las tiene) profundamente alejadas de la realidad de nuestras fábricas y demás centros de trabajo.
El Gobierno ha utilizado en materia laboral y sindical el único lenguaje que conoce, el ordeno y mando, publicado en el Boletín Oficial del Estado. Consecuentemente con su autoritarismo el Gobierno lanza sobre el país un decreto-ley sobre huelga y sobre convenios colectivos en un momento en qué ni la Organización Sindical toca un pito ni los sindicatos democráticos son legales.
El Gobierno no ha negociado el tema con los sindicatos. Estos le habrían dicho que esperara, que lo, primero es4a libertad sindical y, a partir de ella, ya se hablaría de lo, demás, es decir de los convenios, de, los despidos, de las huelgas, y, por supuesto, de la Seguridad Social. El Gobierno ha ignorado a los sindicatos, ha tirado por la borda las posibilidades de una salida civilizada, pero quede claro que es el Gobierno el que ha roto las hostilidades.
Por supuesto que esta actuación gubernamental es coherente con su manera de entender lo laboral y lo sindical. Con ignorancia que les descalifica, nuestros ministros entienden que lo laboral nada tiene que ver con lo sindical, que son cosas no sólo distintas, sino también independientes. Es lógico, sin embargo, que tal cosa haya ocurrido, pues durante los largos años del franquismo en la Universidad española se ha estudiado la asignatura de Derecho del Trabajo, sin que los sindicatos aparecieran ni en los programas, ni en los textos al uso, deficiencia que ahora acusan los señores abogados que forman parte del Gobierno.
El Gobierno, que está dispuesto a sorprendernos continuamente desde el Boletín Oficial del Estado, ha hecho lo impensable. Ha cogido la realidad laboral y sindical del país, la ha puesto sobre la mesa de Consejos y, con su autoritario bisturí, ha separado lo inseparable, lo laboral por aquí para el Ministerio de Trabajo, y lo sindical por allá, para el ministro de Relaciones Sindicales.
El Gobierno ha perdido la visión de conjunto. Ha actuado como un alumno de medicina que, por no haber acabado sus estudios, ignora que una determinada medicación puede producir efectos nocivos en otra parte del organismo humano, que es un todo, como lo es la realidad laboral y sindical de las empresas de cualquier país civilizado.
Pero si al alumno se le puede disculpar, pues para eso es alumno y no ejerce la medicina, a quien sí que ejerce el poder no pueden admitírsele actuaciones semejantes. Con ellas el Gobierno Suárez ha logrado que ya no tenga sentido preguntar si la ley de Asociaciones Sindicales va a traer o no la libertad sindical, porque, de momento, está bien claro que de libertad sindical a cargo del Gobierno Suárez, nada de nada, pues él sólo es capaz de regular la huelga, los convenios, los despidos, la flexibilidad de plantillas y lo que haga falta sin que, por lo tanto, los sindicatos le hagan falta para nada.
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