Genial concierto de Rostropovitch
Pocos músicos existen hoy tan míticos como Mstislav Rostropovitch, y pocos lo son con tanta justicia como él. El concierto organizado a beneficio del Real Patronato de Educación Especial, bajo el patrocinio de SM la reina doña Sofía, ofrecía el mayor interés musical. Lástima que este tipo de sesiones estén vedadas para gran parte de la afición.Tras una versión de la Oración del torero, de Turina, muy bien tocada por la cuerda de la Nacional, que sonó redonda y empastada, el Concierto en re mayor, opus 101, de Haydn. Escrito en 1783, es obra bellísima, en la que el autor llega a una gran audacia virtuosística para su tiempo por el tratamiento del agudo y sus pasajes en dobles cuerdas. La versión de Rostropovitch es apasionada, romántica, enormemente expresiva ¿Por qué minimizar una obra maestra ciñéndose a una visión rococó, falsamente historicista? Haydn la escribió a sus 51 años, cuando su música había madurado, y, como en Mozart, un sentido prerromántico empezaba a despuntar en ella. ¿Qué se puede decir de la interpretación? ¡Vitalidad, emoción, gracia. El segundo tiempo fue sencillamente asombroso! ¡Qué modo de atacar una nota en piano para, cuando parece no queda arco, agarrarse al sonido hasta el fuerte! Y en él rondó ese sentido ornamental del virtuosismo, sabiendo no dar importancia a lo que no la tiene.Después, Dvorak, tenso, romántico, estirando la música hasta que parece que va a romperse; lírico y enérgico, recreándose en la música. ¡Qué naturalidad al decir la nana del tercer tiempo! Es Rostropovitch un músico completo. Decir que su afinación es, perfecta (tan perfecta que ella sola es un placer), su técnica impecable, resulta casi ridículo. No se puede decir de su sonido que sea transparente, cristalino; no, pero es denso, infinita la graduación del matiz, personalísimo, arrollador. Se puede pensar que es un tipo de músico antiguo (posiblemente es el violonchelista que más se parece a Casals), por su fraseo apasionado, por su gran emotividad; pero si pensamos en los mostruos sagrados de nuestro tiempo, si pensamos en Gilels, Oistrakh, Michelangeli, Fischer-Dieskau, vemos que todos participan de esto, que no es sino el modo de hacer música siempre, la interpretación que nunca pasará: libre, sincera, auténtica.
Obras de Turina, Haydn Dvorak
Orquesta Nacional. Director Rafael Frübeck de Burgos. M. Rostropovitch, cello. Teatro Real, día 1 marzo.
Pocas veces, en fin, se oye nada parecido. Música que no se nos olvida nunca.
Rostropovitch fue acompañado con celo y cuidado por la Orquesta Nacional, que sonó muy bien en general, en las manos de Rafael Frübeck, cuya concepción de las obras es, quizá, más ligera que la del solista.
Ni que decir tiene que el teatro, que -¡ay!- no estaba lleno, se venía abajo de entusiasmo. La Familia Real, que asistió en pleno a la velada, fue recibida y despedida con el himno nacional.
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