La otra desamortización
Después de la desamortización de Mendizábal, me lo dijo un día don ,Manuel Azaña en la Granja del Henar, que me llevó a verle César Alonso de los Ríos, a la salida de Triunfo:
-Mire usted, joven, España ha dejado de ser católica.
Parecía que sólo, era un diagnóstico de café, pero ahora resulta que la otra desamortización la están haciendo los propios curas desde hace años, cuando se vienen al Rastro con una Virgen barroca para vendérsela al anticuario, y luego se llevan a su iglesia despoblada una Milagrosa de escayola azulina comprada en la calle Mayor.
De modo que ha salido Tarancón y ha dicho que ya está bien, que los objetos del culto no se compran ni se venden y que no hay que jugar con las cosas de rezar. A mi, aunque no soy Fuertes de Villavicencio, me da pena del Patrimonio Artístico Nacional, pero como además soy un tio profundo pienso que vender una Virgen barroca o un Cristo gótico es casi como vender la fe, la vocación y la vida, y que no se hace sólo por falta de dinero, sino, quizá, por falta de convicción. No digo para nada que los curas hayan dejado de creer en Dios, pero quizá, Dios deje de creer en los curas que revenden un arcángel San Miguel, con estofado del XVII. ,-Es que la Iglesia debe renunciar a los ritos y los mitos, jefe- me dice el quiosquero.
Sí, pero no haciendo almoneda en el Rastro con las Tablas de la Ley y el Evangelio de San Marcos, que dicen que es el primero. La venta de objetos religiosos, aparte del desmantelamiento artístico del país que supone, es como la teatralización de otras ventas que hace la Iglesia: así, los tribunales religiosos que cobran o cobraban por separar a los casados, o por casar a los solteros en San Jerónimo, con alfombra y órgano para los ricos, sin alfombras ni músicas para los pobres.
-Lo que importa es el sacramento- dice el parado, por llevarme la contraria.
Pero es que yo creo que la alfombra y el órgano forman parte del sacramento. Yo creo en las alfombras y en los órganos, yo soy un ritualista, como el sacristán de Divinas palabras, con permiso de don Víctor García.
Claro que tampoco vamos a descargar la metralla contra los pobres curas de pueblo que trafican con el cielo y sus representaciones. Me parece más grave el caso del clérigo que trae su doctrina románica o gótica al Rastro o Rastrillo de las Cortes u otros saraos políticos, confundiendo y mezclando sus antigüedades sacras con la chamarilería orgánica del momento. No se puede hipotecar un santo de Gregorio Fernández o Berruguete para llevarse, a cambio un contrafuero.
-Es lo que yo llamaría la otra desamortizacion- dice el abrecoches, que trae el paraguas rojo de Azorín para estos días de lluvia, un chubesqui que le ha regalado la ETA y unas botas de pocero para la humedad y el reúma.
Entre su integrismo ideológico -no a los anticonceptivos, no al divorcio, no a todo- y su desintegración arqueológica -venta subrepticia de objetos religiosos-, la Iglesia debiera encontrar un término medio, una adecuación a los tiempos y un tabaco teológico que le haga toser menos a Tarancón, que fuma demasiado.
-Yo creo que es que no se aclaran- dice el abrecoches.
No, no se aclaran mucho, esa es la verdad. Y la oligarquía española, que antes estaba todo el rato en misa, ahora ha decidido llevarse la misa a casa, que es más cómodo, y en la casa de los políticos centristas te encuentras siempre unos retablos churriguerescos de catedral que, una vez desacralizados, la señora del líder utiliza como espejo de baño. Mi amiga la de O'Reilly podría contar eso. El nacionalcatolicismo ha incorporado el barroco litúrgico al living. Se veía venir.
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