"I virtuosi di Roma", en el Real
Un prometedor Ciclo de música barroca, organizado por la Universidad Autónoma de Madrid, ha comenzado con tres conciertos del bien conocido conjunto I virtuosi di Roma. La programación, de claro fin docente, estaba organizada desde dos puntos de vista: el, de las tres grandes escuelas barrocas italianas (Roma, Nápoles y Venecia) y el de tres tipos de conciertos (Grosso, solístico y -concierto -sinfonía). Si el primer criterio es acertado, el segundo es, en cambio, muy discutible.Esta división del musicólogo Schering -a quien se han debido no pocos errores sobre interpretación barroca- responde a un excesivo afán clasificatorio. ¿Cuál es la diferencia entre los conciertos Op III números 8 y 11? ¿Por qué uno es grosso y el otro sinfonía? Si atendemos al número de solistas, las cosas no casan; no digamos si nos fijamos en el número de movimientos; si nos basamos en la relación entre concertantes y ripieno, el problema no se aclara. Acaso lo más sensato fuera llamar concierto-sinfonía al que no tiene ningún tipo de solista (concerti ripieni); concierto-grosso al que tiene dos violines y cello concertantes, frente al tutti o ripieno (aunque hay excepciones como el concierto Grosso Op 6 número 7 de Haendel, sin instrumentos concertantes); y concierto solístico el resto que posea instrumentos concertantes. Pero mejor aún sería conformarse con ver una evolución desordenada del stilo concertato.
Orquesta I Virtuosi di Roma
Director: Renato Fasano. Obras de Vivaldi, Geminiani, Corelli, Paisiello, AIbinoni, Pergolese y Scarlatti. Días 21, 22 y 23.
A juzgar por el primero de los conciertos I virtuosi di Roma sigue siendo un gran conjunto dentro de la más pura tradición italiana. El sonido es muy hermoso: redondo, caliente, directo, con mucho cuerpo. La afinación es buena, pero no impecable. La labor del conjunto es siempre superior a la de los solistas, aunque esta es ya de altura. La agrupación está compuesta de seis violines, dos violas y cellos, contrabajo y clave, además de la tradicional presencia -que es principalmente eso, presencia- de Renato Fasano. Además de Las cuatro estaciones, y de los conciertos Op III números 11 y 8 (este, uno de los más hermosos de Vivaldi, fue transcrito por Bach al órgano) escuchamos el Op VIII, número 11, al oboe Zanfini Renato, que a pesar de su considerable mecanismo no mostró ni sonido grato ni afinación perfecta.
Las versiones de Vivaldi de I virtuosi... son líricas, directas, vivas.
La técnica de los instrumentos y la afinación son las actuales. Asimismo, prácticamente no se ornamenta, salvo las ya tradicionales realizaciones del clave en algunos largos. Por todo ello, se trata de un Vivaldi clásico, tradicional si se quiere, pero de buena factura. Ello, no obstante, conlleva un peligró, especialmente cuando se trata de obras tan oídas como las Estaciones, y es que la repetición vaya congelando las versiones, quitándoles su verdadera espontaneidad. Contra ello, la ornamentación, sobre todo, improvisada, es un arma eficaz. Otra, un estudio profundo y en conjunto (no en el detalle), de la dinámica, como si se tratara de una sinfonía clásica o romántica.
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