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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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¿Dónde estoy?

Es una pregunta corriente cuando se sale de una conmoción cerebral o de una terrible pesadilla que se vivió como si fuera una realidad: «¿Dónde estoy?» Al decir esto, recuerdo que no sé qué famoso futbolista, hace unos años, fue conmocionado durante el juego por un golpe, y cuando volvió en sí, se vio en aquel lugar -el campo de fútbol- vestido de aquella manera, y exclamó: «¿Qué hago yo aquí?», expresión de extrañeza, de inteligencia involuntaria, que me recuerda lo que Domingo Dominguín -a quien mucho quería- me dijo en cierta ocasión sobre su retirada de los toros, le extrañaba verse vestido de torero. ¿Qué hacía él ahí? O también: ¿Dónde estaba?Los lectores de estas «tribunas libres» de EL PAIS encontrarán quizá un poco extraño el acento personal y hasta muy individual de éste acostumbrados a tratamiento; técnicamente políticos y una recepción de opciones más menos precisas establecidas por los grupos políticos y sus líderes, o por los especialistas en distintas materias, en estas interesantes columnas. Sin embargo, déjenme pensar que lo que este artículo puede parecer -y hasta ser-, una mera efusión personal, encierra con seguridad un fuerte contenido político y tiene algo, y hasta mucho, que ver con la actual situación de la izquierda revolucionaria en España.(Dejo aparte el problema de Euzkadi, donde a mi modo de ver las cosas suceden de manera muy diferente.)

ALFONSO SASTRE

vicepresidente del Colegio de Médicos de Murcia

«¿Dónde estoy?», he empezado por exclamar después de algún tiempo de fuertes conmociones...

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Y me he acordado de que en el Ubu Rey de Alfred Jarry se lee aquello de que «la acción sucede en Polonia, es decir, er, ninguna parte». ¡Un país así de fantasmagórico es para mí, en estos momentos, España...!, Hace poco me propusieron en Burdeos hacer un filme para la televisión partiendo de la base de que yo estaba en Burdeos, a lo que respondí que yo, verdadetamente, no estaba en Burdeos. «Claro -me respondieron-, aunque usted materialmente se encuentra en esta ciudad, en realidad está en España ... » «No -les respondí-, yo tampoco éstoy en España.» «¿Dónde está entonces?»,,me preguntaron un tanto perplejos. «Estoy en ninguna parte», dije; y el filme se hizo por fin bajó el título Non lieu. Ello exprejaba muy bien mi extraña situación.

Durante un año, en ese «non lieu», bordelés de mis recientes experiencias, acabé el primer tomo, un tanto voluminoso, helas, de mi obra sobre la imaginación. También estuve unos días de Navidad haciendo una pequeña huelga de hambre en la catedral de Bayona, para contribuir un poco a llamar la atención sobre la extraña situación de unos revolucionarios vascos en la isla de Yeu y, claro está, por la amnistía para todos los presos políticos y exiliados en el marco del Estado español.

Ha sido mi único acto político -en el que por cierto, pasé más frío que hambre, todo hay que decirlo- durante todo este tiempo en el territorio francés. Ello me valió el «pannier a salade» (lo que nosotros, en nuestro argot, llamamos el canguro) y la comisaría policial. ¿Dónde estaba yo? No lo sé todavía; porque además resultaba que yo no era vasco y que todos los demás camaradas sí lo eran. ¡Sólo que entre los amigos vascos yo no me siento extraño, y ello alivia muy mucho mi situación de extrañeza ... ! La alivia muy mucho, efectivamente, pero no del todo. También sobre esto trataré de hablar en otra ocasión. De esto, y de que soy feminista -pero no soy mujer-, y apoyo a los homosexuales -pero no lo soy-, y a los negros.-y no soy negro-, y a la clase obrera (y no soy obrero).

El otro día pensé que estaba en Ciboure y era como una mañana primaveral; pero de pronto, la realidad se me impuso de un modo un tanto terrible: no, no estaba en Ciboure. Estaba en la comisaría de Irún sin tener ni siquiera mis papeles de identidad, y, por cierto, un tanto extrañado de los acontecimientos.

Si gue esta curiosa historia de este modo: estando y no estando ahora en Madrid. ¡Estando y no estando al mismo tiempo! Tal es mi situación cuando escribo este artículo y si me pongo a reflexionar no puedo dejar de extrañarme de que mi presencia (tan ausente) en Francia fuera, como se lee en el poniatowskiano decreto de expulsión, «de nature a compromettre I'ordre public» en ese país. No pueden referirse a mí; debe tratarse de otra persona... No me reconozco en ese «comprometedor» del orden público.

En este país las cosas tampoco presentan para mí, hoy por hoy, un aspecto más tranquilizador; y no me refiero con ello a que mi pobre «Servet» haya sido «plasticado» en un teatro de Barcelona. Sólo hacía diez años que no se estrenaba una obra mía en el territorio español: países en los que, como escritor teatral, he estado también en «ninguna parte »... Pero esa es otra historia. O la misma: no sé.

Tampoco me refiero a que no tenga casa, es decir, al hecho un tanto extraño de que no se me deje entrar en mi casa y, como sería mi deseo, vivir en ella. ¿Qué habrá sido de mis libros, de mis papeles, de mis originales inéditos? No, no: seguramente es que no tengo casa alguna... Seguramente el que todo fue un delicioso sueño. «En ninguna parte», «non lieu»: todo vuelve a lo mismo.

A lo que yo quería referirme era más bien a mi posición política. Ahora veo que todo el mundo está en alguna parte. Cuando yo estaba en alguna parte -es decir, en el Partido- Comunista de España-, yo no veía a la mayor parte de estos demócratas y socialistas en ninguna parte..., cuando no es que los veía ocupando cargos públicos y disfrutando -quizá con un malestar interior- del sistema. Seguramente estaban ahí, luchando contra el fascismo -no lo dudo-, pero yo no los veía en ese campo de batalla. En cuanto a mi posición política actual, me da la impresión de que estoy un tanto o un mucho a la izquierda del que fue mi partido. Con lo cual quiero decir que...

«¿A la izquierda del PC? ¡Osea, en ninguna parte! », oigo que alguien me dice, tratando de explicarme con ello que la opción actual para un revolucionario se plantea en estos términos: «O posibilismo o utopismo»... No es esa mi opinión. Yo opino, si ello se me permite, de muy distinta forma, y veo que esa «ninguna parte» es un espacio realmente habitado y hasta superpoblado, y que en él están mis camaradas verdaderos y que en él reside un proyecto que no cesa a pesar de todo: el de la revolución.

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